Con rezago, televisión educativa mexicana

 

En seis décadas, más allá de crecer, sólo cumple con el objetivo de sobrevivencia


Alma Rosa Alva de la Selva, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que a casi seis décadas de existencia, la televisión educativa en el país, más allá de lograr un crecimiento, sólo cumple con sobrevivir.

Uno de los motivos son el bajo presupuesto y el desinterés del Gobierno para mantenerla.

“Tiene su antecedente en América Latina, pero en México surgió tardía, débil, vulnerable, porque el Estado mexicano no impulsó su proyecto, no lo apoyó, sino que incluso estimuló más la televisión comercial”, señaló.

Esta realidad actual se muestra en los pocos espacios que tiene dentro de la televisión mexicana, con lo que sólo cumplen con la obligatoriedad de frecuencia.

Aunque ha habido “buenos intentos” en contenidos como Canal Once estos momentos son esporádicos y no, tienen un ascenso.

Para medios como Canal Once, Canal 22, TV UNAM entre otros, su financiamiento se da mediante subsidios, mismos que han disminuido, a partir de los recursos presupuestales.

“En la reciente Reforma de Telecomunicaciones ese aspecto de financiamiento no se resolvió, porque se dejó a radio y televisión en esta modalidad con un esquema de financiamiento muy reducido, que no le permite tener ingresos más que vía presupuesto de instituciones gubernamentales o de donativos”, expuso.

La académica añadió: “Es claro que al modelo que ha apoyado el Estado es al comercial, y a la otra no ha querido hacerlo”.

Por muchos años, la audiencia, cerca de 95 por ciento, es acaparada por dos televisoras abiertas, “porcentaje que no tiene paralelo a nivel mundial”.

Incluso con la tercera cadena de televisión abierta “se hace un tipo de televisión que no es muy diferente de las otras dos empresas, entonces no se ha aportado una auténtica competencia en cuestión de contenidos”.

Para la también miembro fundadora y presidenta de la Asociación Mexicana de Creadores e Investigadores de la Radio (AMCIR), entre 2001-2003, una de las principales problemáticas es que canales educativos podrían ser utilizados para presentar el mejor ángulo del dirigente de la institución de la que son parte y no propiamente para “educar”.

“Estos medios son usados, de repente, con fines políticos y, en realidad, deberían ser medios auténticamente públicos. Esto nos hace ver que la televisión educativa ha afrontado etapas muy difíciles y necesitaría cambiar esa política estatal y que se incentive su modelo para generar contenidos atractivos usando las plataformas digitales”, concluyó.