Festejo se queda en pausa

CDMX. Foto: Cuartoscuro 

Aura Jaubert celebraría hoy su cumpleaños número 29


Este martes, Franccesca Jaubert, de siete años, entró a las 8 de la mañana al Colegio Enrique Rebsamen y saldría a las 2 de la tarde para felicitar y festejar a su mamá por su cumpleaños. Hasta el momento no saben nada de la menor.

Aura Jaubert, madre de Franccesca, celebraría hoy su cumpleaños número 29 en una fiesta con su familia y amigos. Poco antes de las 2 de la tarde; por radio, se enteró que el colegio donde estudia su única hija, se había derrumbado por el sismo de la tarde de este martes.

Por casi media hora se quedó incomunicada y fue el padre de Aura, Luis, de 55 años, quien pasó por ella a su casa para acompañarla al colegio por Franccesca, quien cursa el segundo año de primaria en esta institución educativa al sur de la Ciudad de México.

Al llegar la imagen fue devastadora y las noticias aún más: Franccesca estaba en la lista de niños desaparecidos.

El panorama: los dos niveles del colegio derrumbados, en su totalidad; uno de ellos justo en el salón donde estudia su hija.

“Mi papá se metió corriendo para ayudar a remover escombros; me quedé en shock, no supe qué hacer; desde que llegué no he parado de llorar y ahora no sé de mi hija, pero tampoco de mi papá”, expresó.

Transcurrían casi siete horas, aún con tacones, vestido y lo que quedaba de su maquillaje, Aura aún no sabía nada de su única hija.

“Me fui arreglada al trabajo para pasar por mi hija; y de ahí irnos a celebrar, no he tenido tiempo ni he querido hacer nada por moverme de aquí”, relató la madre.

Al colegio llegaron madres y padres de familia desesperados por sacar a sus hijos de la zona y llevarlos a casa, a salvo y con ellos. Muchos familiares con crisis nerviosas llegaron enseguida del sismo, después de la una de la tarde, con sus manos buscaban remover los pesados escombros.

Familiares y vecinos pedían auxilio; vía redes sociales aseguraban que ninguna autoridad ni servicios de emergencia llegaban para rescatar a los estudiantes de esa escuela, desde los que van en kínder hasta la secundaria.

Cerca de las 5 de la tarde llegaron elementos del Ejército Mexicano y la Marina, antes llegaron policías capitalinos y bomberos.

Lo único que no los perdonó fue el tiempo y llegó la noche que caía sobre la angustia de madres, padres, hermanos y abuelos que con sus propias manos, palas y sierras aún conservaban la esperanza de encontrar a más niños con vida.