Cuánto ha subido el precio de los conciertos

 

¿Cómo ha afectado la devaluación de nuestra moneda nuestros jóvenes bolsillos?


DISONANTES.MX*

 

Si fuiste de los que le creyeron a Andrea Legarreta cuando dijo que el exponencial incremento en el precio del dólar no te afectaba si no ibas de shopping a Miami, pues lamentamos romper tu corazón y decirte que sí te afectó, y no sólo en tus gastos fijos, también en esos momentos únicos y especiales de amor a la música en vivo: los conciertos.

Según información de la Profeco, las personas que asistimos a este tipo de funciones masivas, gastamos aproximadamente cuatro veces más en los bienes y servicios que consumimos para llegar, salir o mientras estamos ahí, o sea, en las cheves, el estacionamiento, la botana, el taxi a casa –o al after–, cigarros o un refresco azucarado para cuando se te baja la presión al ver a tu banda favorita.

Este estudio fue realizado en el 2006, pero mientras el porcentaje de ese extra que pagamos no ha cambiado, las cifras sí lo han hecho. Por ejemplo, en ese año la cerveza que costaba casi ocho pesos en una tienda, la comprábamos en los conciertos a un precio de entre 30 o 50. Durante el 2017, su precio en las tiendas rondaba los 13 pesos, mientras que el costo en los conciertos fue de entre 50 y 70 pesos, y esto en referencia a una medida de 355 mililitros, si querías comprar el litro completo y llevarte a casa el vaso conmemorativo tenías que sacar otro billete de la cartera.

Si eres ahorrador siempre encontrarás alguna manera de mantener estos gastos al mínimo, pero algo que no te podrás saltar es pagar el acceso. En el 2017 con el dólar tan arriba hubo precios en los conciertos que fueron exageradamente caros.

Este aumento es tan claro como entender que los artistas internacionales, y algunos nacionales, cobran el show en dólares, y mientras la moneda gringa siga subiendo el acceso también lo hará.

Festivales como el Corona Capital, Coordenada, Pa’l Norte y todos los demás que han ido naciendo en los últimos años han aumentado considerablemente sus precios año con año, y no precisamente ese incremento es equivalente a la calidad del cartel artístico.

En el 2016, el boleto de un día para el Corona Capital en su fase final costó 1 450 pesos, mientras que un año después subió a 1 950; en la edición 2018 estamos en la fase 3 y el precio ya es de 1 833, todo esto más cargos de servicio. Sí, la economía global también le pega a la música y a la fiesta.

Este mismo año tenemos presentaciones como la de Nick Cave a un precio máximo de 1 666 pesos, o Luis Miguel con un costo máximo de 5 888 pesos. Bien, no todo es inflación y el dólar, la oferta y la demanda pueden pasar por encima del talento y la presentación artística.

En datos aproximados obtenidos en el 2012 a través de la Encuesta Nacional de Consumo Cultural de México, en el 2010 los mexicanos pagamos 30 379.4 millones de pesos con el fin de entrar a sitios y eventos culturales, y aunque no todos los espectáculos contados aquí son conciertos; seamos realistas, hay más gente en una sola edición del Corona Capital que en los teatros.

Ahora bien, alrededor del 57 % del dinero recaudado en un festival o un concierto es ganancia para el productor, lo que en México se puede usar como sinónimo de Ocesa, ese acaparador de espectáculos que centraliza casi todo en la Ciudad de México, Monterrey o Guadalajara, por lo que si vives en otra ciudad y quieres ver a Radiohead, ir a festivales tipo Machaca Fest o Coordenada, tienes que sumar el costo de traslado y hospedaje.

Este olvido que parece un castigo del negocio monopólico de Ocesa hacia otras plazas de la República, ahora puede ser un punto a favor, pues en esas ciudades los conciertos de las bandas locales en pequeños escenarios muchas veces son gratis o cobran algo módico, como 20 o 50 pesos de cover, además de que el precio de la cerveza o caguama en los bares no suele aumentar cuando hay evento en vivo.

Y por si fuera poco, además de apoyar a la bandas y la economía local, al ir a este tipo de eventos la asistencia de más público dará la motivación y seguridad a productores locales para también traer cada vez más agrupaciones y artistas de otros estados y, por qué no, de otros países.

Cuando los grandes conciertos son atacados por la inflación y sus costos se elevan a lugares inalcanzables para el ciudadano promedio, es momento de regresar a las bases, a los bares, foros pequeños, bandas locales y disfrutar la música a un precio más accesible y sin tanta pretensión.