El mazahua de los stradipocus

 

Don Cristóbal fabrica violines miniatura y siembra notas en los niños


MANUEL BELLO HERNÁNDEZ / NTX

Maestro de profesión, artesano, dibujante, carpintero y hasta agricultor, don Cristóbal Baltazar Casimiro, fabricante y vendedor de violines miniatura en escuelas, parques, tianguis, mercados y plazas públicas de la Ciudad de México, alerta en torno a la situación adversa que enfrenta su oficio ante el desleal embate masivo de los diminutos instrumentos musicales producidos en serie por la industria china y que amenazan con desplazarlo.

Con más de 25 años de elaborar sus pequeños Stradipocus — en clara y divertida alusión a los prestigiados violines Stradivarius—, don Cristóbal considera que más allá de ser sólo un fabricante de juguetes artesanales, es también una suerte de laudero que apuesta por el arte y la cultura, al sembrar en niños y jóvenes el interés por la música y los instrumentos musicales.

Originario de Santa María Cintendeje, en el municipio de Jocotitlán, en el Estado de México, Baltazar Casimiro dice que nada le gustaría más que ver a un niño, al que sus padres le han comprado uno de sus violines, convertirse en un gran artista, pero que se conforma con pensar que serán hombres de bien y excelentes ciudadanos.

De trato amable y siempre con una sonrisa a flor de piel, el artesano perteneciente a la etnia mazahua insiste en que los violines que fabrica en un pequeño taller son desplazados por artículos importados, por lo que pide apoyo y facilidades a las autoridades para comercializar sus pequeños instrumentos, “porque apenas llegamos a un lugar y nuestro primer obstáculo son los inspectores, los policías y los reglamentos para la venta; nos piden permisos, nos cobran multas, nos decomisan la mercancía y hasta nos exigen mordidas para no llevarnos al Ministerio Público”.

Don Cristóbal comenta que las artesanías “son un mosaico y nunca se van acabar, pero necesitamos que nos den espacio.

Hay programas para impulsar lo que hacemos, pero hay mucha traba, papeleo y uno se cansa; al final, uno prefiere darse por vencido y ya no dedicarse a esto. Y no es una apreciación exclusivamente mía, es de todos los artesanos”.

El laudero presume que sus diminutos violines son conocidos no sólo en México, sino también en Francia, gracias a que en el año 2006, el músico guerrerense Ángel Tavira Maldonado, protagonista de la película El violín, así como el director de la misma, Francisco Vargas, le hicieron un pedido de 100 de estas miniaturas para promover la cinta en el Festival de Cine de Cannes, donde sería presentada. “Esa es una de las grandes satisfacciones que tengo, que mis violines hayan sido parte de la promoción de esa excelente película. Fue una alegría interna, pues a veces uno no alcanza a comprender esto, pues inició como una necesidad, pero gracias al trabajo y la constancia, mis violines llegaron muy lejos”, presume con orgullo.

Recuerda que la idea de fabricar pequeños violines nació de la necesidad de sacar adelante a sus seis hijos (“hoy todos están convertidos en profesionistas”), pues en ese tiempo “no me alcanzaba para cubrir los gastos de mis muchachos que estaban en la escuela”.

Dice que, al principio, “compraba violines ya fabricados y salía a venderlos a distintas partes del país, pero muchos salían defectuosos, con desperfectos o de plano estaban muy malhechos, así que; poco a poco me adentré en esto, me asesoré con amigos artesanos y llegó el momento cuando aprendí a fabricar los Stradipocus y me dediqué a trabajar por mi cuenta”.