Adiós

 

Peña Nieto fue un rockstar en sus dos primeros años de mandato; al tercero inició un declive imparable


Rubén Lara León

 

Enrique Peña Nieto fue el AMLO de su tiempo. Era un rockstar. Asediado por medios, mimado por la gente, escuchado por líderes mundiales, parecía destinado a ser el gran presidente del siglo XXI. Sus primeros pasos reforzaron esa percepción. Todo le salía bien.

La sensación duró dos años. Al tercero inició un declive imparable, hasta terminar repudiado por más de 80 por ciento de los mexicanos. La lección es amarga. El pueblo es un amante apasionado, pero si se despecha, deja y olvida. Ojalá lo tengan presente quienes hoy son objeto de su pasión.

La estrella rutilante resultó ser un farolito. Se rodeó de ineptos. La corrupción fue su signo. La pandilla era muy mala, desde aquel perdedor de la alcaldía de Toluca, encumbrado a secretario de Estado, hasta el jovenzuelo de ineptitud crónica encargado de asuntos torales para el buen gobierno, e incrustado luego a un candidato permisivo que lo dejó redondear la obra destructiva.

De nada sirven los mensajes autoelogiosos. El juicio es implacable. Ya váyanse, lo hicieron mal. No podrán quitarse el estigma de la voracidad, se van rodeados de odio social y desprecio. Deben pensar sus apariciones públicas después del aquelarre, podrían pasar por vergüenzas impublicables. Imagino difícil esperar el juicio de una historia predecible; aun cuando pretendan parecer serenos, recogerán lo que sembraron.

Toco un tema personal: 12 años después, con más de 600 colaboraciones y sin haber fallado una sola entrega, digo adiós a las páginas de Capital. Atenderé otros proyectos personales. Agradezco el espacio y el trato. Nunca se cambió una coma a mis artículos, gracias especialmente a Alejandro Envila, quien me abrió la puerta. Dejo amigos y me llevo afectos, incluidos varios lectores que me orientaron con su crítica o sugerencias y hoy están en mi red de amigos. Nos toparemos en alguna constelación.