Amapola: una maldición

 

Los capos y sus cárteles que durante décadas tuvieron ganancias multimillonarias en dólares no vieron venir la caída de los precios


A los campos amapoleros en México, particularmente en el estado de Guerrero, literalmente les cayó el chahuixtle, pero no ese hongo devastador de prehispánico nombre que acababa con los maizales, sino la maldición de los mercados. El kilogramo de goma de opio que se pagaba a 20 mil pesos hace tres años, ya no vale sino 4 mil. Eso no sirve ni para pagar la inversión y el trabajo. Los campesinos pobres que se mantenían a duras penas con esos ingresos, hoy están en la miseria y migran; la violencia en medio de la cual viven también los convierte en desplazados.

Los capos y sus cárteles que durante décadas tuvieron ganancias multimillonarias en dólares no vieron venir la caída de los precios, a juzgar por el dato que llegó este fin de semana desde Washington: la superficie sembrada de amapola se cuasi cuadruplicó en cinco años en México, al pasar de una vieja cifra oficial que se había estancado en las 12 mil hectáreas, hasta llegar el año pasado a la bárbara cantidad de 44,100 hectáreas, una cantidad récord histórica, sólo superada por Afganistán y posiblemente por Myanmar en el Triángulo Dorado asiático.

La abundancia llega en mal momento para el comercio de heroína y la goma de opio, tan a la baja que el producto se queda sin ser adquirido.

Y la alternativa ofrecida por el próximo gobierno mexicano de producir, en forma legal, morfina y otros fármacos como paliativos del dolor humano, está lejos de ser puesta en práctica por múltiples razones, entre ellas que se requieren permisos y supervisión de Naciones Unidas y organismos especializados para ingresar en el selecto grupo de 18 países que pueden fabricar sustancias farmacéuticas legalmente. Eso puede llevar años.

Nadie ha dicho nada respecto del mercado real internacional y su disponibilidad para adquirir una nueva oferta de morfina y otros opiáceos de origen mexicano, en el hipotético caso de llegar a producirlos legalmente. Cuando el gobernador guerrerense Héctor Astudillo lo planteó a principios de 2016, y cuando el diputado de Movimiento Ciudadano Ricardo Mejía Berdeja llevó la iniciativa al Congreso local, y nada pasó, hubo comentarios de expertos sobre posibles excedentes de morfina en el mundo, tomando en cuenta el universo de usuarios delimitado por las curvas de consumo de los años recientes.

Por lo que hace al comportamiento del mercado ilegal de la heroína, parte de la baja de precio tendría que ver con la competencia fuerte que le hace el fentanilo, un opioide sintético que China introdujo en muchos países, entre ellos particularmente Estados Unidos. Pero ya también las mafias mexicanas compiten en ese rubro.

Cuenta menos la dura estadística de más de 49 mil estadounidenses que en 2017 murieron por sobredosis de opiáceos, un equivalente a cinco por hora; está demostrado que la peligrosidad no inhibe a los adictos. Pareciera más bien que se adhieren al peligro como un vicio adicional.

Por enésima vez un presidente de Estados Unidos propone campañas para frenar el abuso de drogas y bajar la oferta y la demanda, sobre todo de opiáceos, hacia donde migraron cientos de miles que antes consumían cocaína. Donald Trump dio a conocer sus planes en marzo, pero los resultados de una campaña mitad prevención mitad represión están por verse.

La amapola no es la única causante de la violencia en Guerrero y otros ocho estados productores de opiáceos en la república. Pero sí urge hallar una salida pacífica a su potencial económico y terapéutico.