Amnistía a la mexicana

 

Ahora se trata de pacificar a la nación, mediante una “receta a la mexicana”, en la que no se combatirá la violencia con más violencia


Primero fue serenar al país. Y eso se logró con la abrumadora mayoría con la que la coalición Juntos Haremos Historia ganó la Presidencia de la República, dos tercios de las gubernaturas en juego y un porcentaje muy relevante en el Senado y la Cámara de Diputados. Más de 30 millones de votos, algo nunca visto en la historia.

Después, claras señales de reconciliación, incluidas las cúpulas empresariales que se empeñaron en que Andrés Manuel López Obrador no se alzara con el triunfo, y la entrevista en Palacio Nacional con el presidente Enrique Peña Nieto.

Ahora se trata de pacificar a la nación, mediante una “receta a la mexicana”, en la que no se combatirá la violencia con más violencia, como dijo la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero, próxima senadora de la república y, luego, secretaria de Gobernación.

Suena bien, pero no necesariamente logrará tocar tierra en la realidad, el propósito de construir la paz y elaborar una ley de amnistía desde la consulta con la gente. ¿Quiere eso decir que no hay una claridad, una idea definida de lo que sería ese olvido, que no perdón, para infractores forzados por las condiciones de pobreza y abandono? Se dice fácil sustituir cultivos ilícitos, como la amapola y la marihuana, por otros que tengan que ver con la alimentación; no reditúan ganancias semejantes ni las tierras están en sitios viables para la producción alimentaria.

En cambio, el nuevo gobierno tiene posibilidades reales de despresurizar cárceles y centros de readaptación de menores si aplica la amnistía para primodelincuentes, para mujeres y hombres indígenas que incurrieron en delitos contra la salud por ignorancia o engaños, cuando se les utilizó para transportar drogas.

El objetivo de la pacificación a la mexicana, explicó Alfonso Durazo, el supuesto futuro secretario de Seguridad Pública Federal, es cerrar el ciclo de guerra y de violencia que ha sufrido nuestro país, pero “sin pasar por la impunidad”.

Es propósito del gobierno venidero “echar mano de todos los instrumentos legales a nuestro alcance para la pacificación y la justicia transicional”, definió doña Olga Sánchez Cordero.

Tendrán que crearse comisiones de la verdad para determinados acontecimientos que se convirtieron en “verdaderas tragedias humanas”, sugirió, sin mencionar específicamente el caso de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, que ahora mismo es objeto de polémica por la orden de jueces y magistrados de que la PGR forme una comisión especial que rehaga toda la investigación, que fue claramente fallida y mentirosa, con “verdades” obtenidas mediante tortura a decenas de detenidos.

Hay 10 ejes para caminar hacia la pacificación, incluida la amnistía para quienes están tras las rejas por cuestiones ideológicas y menores de edad obligados a cometer delitos, como el “halconeo” y el narcomenudeo; mujeres que perpetraron ilícitos “por amor”, por apoyar a sus parejas.

El abanico de futuros beneficiarios de esta amnistía es amplio y se ratificará en una consulta con la ciudadanía de aquí a noviembre. Los sacerdotes Miguel Concha y Alejandro Solalinde han sido convocados para que inviten al papa Francisco a ser parte de esta consulta e impulso de paz.

Se buscará profesionalizar a las corporaciones de policía de todo el país –intento frustrado durante muchos años– para que se pueda operar el retiro paulatino de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles.

Soñar no cuesta nada. Por lo menos el discurso ya cambió. Eso ya es ganancia.