Pagar con la vida

 

México ya se ha convertido por derecho propio y estadístico en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo


El sábado pasado el diario The New York Times publicó un artículo estremecedor sobre lo “fácil” que es matar periodistas en México específicamente en Veracruz.

Y es estremecedor porque realmente no hay ningún descubrimiento, puesto que algo que de verdad tiene que conmovernos de ese señalamiento internacional sobre nuestro país es la normalidad con la que vivimos lidiando con tanta violencia, inseguridad e impunidad.

México ya se ha convertido por derecho propio y estadístico en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Y en algunas partes de la República ejercer esta profesión equivale a pagar con la vida el tener o mucha inquietud o mucho éxito en lo que se hace.

Hace mucho tiempo que la información libre como tal desapareció de varios sitios en nuestro país, aunque siempre hay algunas excepciones que nos llenan de orgullo, pero la verdad es que los cárteles mediatizan la información y hace tiempo que salvamos esa disyuntiva que había de “plata o plomo” tanto para los políticos como para los periodistas. Y ahora sencillamente para los periodistas es plomo, plomo y oscuridad.

El Estado mexicano tiene mucha gente a quien proteger y muchos colectivos por los cuales responder en relación a que puedan seguir viviendo, los periodistas son uno de ellos.

Y es que, tenemos tantos problemas frente a temas como los derechos humanos, los desaparecidos y la corrupción, que el Estado sabe que no da el ancho y no les da a las víctimas ni lo que les prometió, ni lo que les corresponde.

Es importante empezar a organizar a nivel de los medios de comunicación una acción no de defensa, no de corporativismo, sino de repercusiones claras que hagan justicia cada que un colega pierda la vida sólo por querer hacer bien su trabajo.

Hay dos corrientes, la política corrupta por una parte, y la de los cárteles del narco por otra, que buscan lo mismo, que las miradas queden fuera, y que los cuestionamientos e inconvenientes generados por investigaciones periodísticas se paguen con la vida.

Estamos solos, nos corresponde a nosotros la sociedad defendernos. Ya me duelen las palabras de pedir que el Estado cumpla con su deber, pero sí creo que necesitamos organizarnos a nivel colectivo que por lo menos les hagan pensar en el precio que tiene matar a un periodista.

En este momento matar a un periodista es barato y los culpables deben saber que cuando alguien lo intenta debe cargar el resto de sus días con la responsabilidad de matar no sólo a un ser humano, sino a la misión de comunicar la verdad acerca de lo que está sucediendo.

A estas alturas, después de todo lo que hemos vivido en casos como el de Veracruz y en otros estados de la República, la única pregunta clara es: ¿será posible acabar con esto?