Arquitectos balines

 

Los edificios caídos son casi todos nuevos


Fueron muchos casos documentados en 1985 sobre construcciones caídas por mala construcción, uso de materiales defectuosos o de plano fraude con los costos de los insumos.

De los edificios públicos, fue señalado un arquitecto, Guillermo Carrillo Arena, como constructor y artífice de los defectos de los edificios. Ejemplo útil para los que se derrumbaron: uso de alambrón en vez de varillas y cemento rebajado con arena blanca para ahorrar.

El señor fue premiado como secretario en Sedue, y a cargo del Fideicomiso Acapulco que le sirvió para cimentar sólidamente –esa sí— su fortuna. Después desapareció, no tenía necesidad de trabajar más.

En meses pasados explotó una pipa de gas en un hospital en Cuajimalpa. El vehículo siniestrado no sufrió mayores daños y puede comprobarse que ni siquiera las llantas se le desinflaron.

Pero las instalaciones hospitalarias se vinieron abajo, provocaron la muerte de varios trabajadores, de algún enfermo y claro la culpabilización de una enfermera que ni surtía el gas ni construyó el edificio de cartón, “ópera magnum” de la delegación.

Se sabe que la enfermera sacó vivos a un par de infantes, mientras que otra que hacía lo mismo, murió en el esfuerzo. Pero la investigación se paró, ya tienen culpable.

Hoy nos topamos con realidades que no queremos reconocer. Los edificios caídos son casi todos nuevos, están en zonas de “desarrollo inmobiliario” y para entenderlo bien, se cita la declaración de un rescatista, cuyo nombre no fue mencionado.

Con el casco en su cabeza, y signos de agotamiento luego de las larguísimas jornadas, explicó que la escuela Enrique Rébsamen fue pésimamente mal construida, al grado de que sobre el auditorio estaba la casa de la directora y sobre otra parte de la escuela, en la azotea, el hogar del hermano de la señora.

Las cargas excesivas se sumaron al hecho de que no había pilares que sostuvieran la parte alta y los pocos que estaban de acuerdo con esta versión, eran huecos. Seguramente otro de los incomprensibles ahorros de los pillos que dirigen las constructoras.

Tal como en el hospital de Cuajimalpa, no habrá investigación ni castigo para quienes defraudaron a los dueños del edificio, si no es que los mismos dueños maniobraron para ahorrar todo lo posible y que les saliera más barato.

Se habla de más de tres mil edificios tocados por el temblor. Tantos y en tan selecta zona, que deberían cerrarse los permisos para levantar torres a lo loco y en cualquier lugar.