“Cara’e piña” y la CIA

 

Torrijos reiteró la lealtad de Noriega, demostrada con su recuperación del gobierno


Buscábamos con desesperación a Omar Torrijos, el hombre fuerte de Panamá. Había llegado la información de un golpe de Estado que le habían dado sus compañeros de la Guardia Nacional mientras el general estaba plácidamente en México en  las carreras de caballos.

Se intentó localizarlo por todos los medios posibles. Totalmente perdido, nos enteramos que el militar viajaba a su país para recuperar el poder. Para lo que tendría que enfrentar a los golpistas, seguramente, a balazos.

Un amigo en una embajada nos orientó: salió en una modesta avioneta rumbo a Panamá, a donde debía llegar en las primeras horas de la mañana. Nos preparamos para salir detrás del depuesto jefe militar.

Antes de cumplirse 24 horas del golpe, ya nos esperaba en el aeropuerto una comitiva, que incluía jóvenes con trajes regionales que al son del tamborito nos hicieron intentar algunos pasos. Media docena de Cadillac cola de pato, limusinas, esperaban a los viajeros mientras los ayudantes hacían los trámites migratorios y de aduana.

En el grupo iban Kapuscinsky, PAP; Hiroaki Hidaka, Kyodo; Bora Lalic, Tanjug y otros corresponsales extranjeros más, acreditados o con sede en México.

Nos trasladamos al hotel donde nos esperaba Torrijos. Allí le entregué un tronco con puros enredados a mano, un cofre con ron Isla del Tesoro y algún libro sobre Cuba. Supuestamente, obsequios del comandante Fidel Castro.

En brevísima explicación, narró cómo su segundo, el general Manuel Antonio Noriega, conocido por el vulgo como “Cara’e piña” –por su rostro esculpido con las cicatrices de viruela–, lo había esperado en una pista semiclandestina. Al saber de su arribo, los golpistas salieron pitando a donde pudieran protegerse.

Al anochecer, entre ron y la creciente confianza, pregunté a Torrijos algo que en La Habana querían saber noticiosamente: por qué sostiene a Noriega si es sabido el carácter asesino de ese señor, que apenas había tomado el poder al lado de Omar Torrijos, se reunió con los dirigentes del Partido del Trabajo (marxista), celebró, bebió, cantó y al día siguiente aparecieron todos muertos.

Torrijos reiteró la lealtad de Noriega, demostrada con su recuperación inmediata del gobierno, y rechazó la relación de éste (después se comprobó que sí) con la CIA.

Poco tiempo después Torrijos murió en un accidente de avión del que nunca aclararon las circunstancias, pero que se atribuyó a la CIA, misma que llevó al poder a Noriega, “My boy”, decía el jefe de la estación panameña.

Así paga el imperio…