Cazador cazado

 

Dicen que al mejor cazador se le va la liebre


Dicen que al mejor cazador se le va la liebre y que, en casa del jabonero, el que no cae resbala. Refranes aplicables a innumerables actividades, pero jamás al periodismo, donde cada dato consignado y los comentarios en las páginas de los medios, deben ser racionales y entendibles, que no se presten a malos juicios.

Hoy me toca entonar una canción de arrepentimiento. El jueves pasado sin más información que la recogida en las páginas cibernéticas (lo que muestra hasta dónde debe confiarse en ellas) embarré a Diego y a Gael entre los hijos de “Jolivud” que con molesta periodicidad se presentan en México para criticar lo que hacemos o lo que dejamos de hacer.

Recuerdo al laureado cineasta, Óscar fue su premio, que lanzó una diatriba contra los mexicanos porque no hacemos nada contra la corrupción, contra un sistema que nos aplasta y contra un gobierno desaprensivo e incapaz.

No fueron las expresiones textuales pero fue el sentido de su crítica. Claro, viviendo en la comodidad de Rodeo Drive o en las playas de Venice se puede condenar, aunque mientras ese señor vivió en México no se le recuerda su activismo político o por su participación social.

Pido una disculpa a Gael, a Diego, por haberlos confundido y mezclado con otros sujetos que ya ni siquiera mexicanos son, que su producción es gringa, aplaudida allá y sólo de paso en cines nacionales dentro de la programación yanqui, que es mayoritaria.

No sé si también valga una disculpa para quienes han hecho aportaciones en efectivo. No lo creo porque quitarle un pelo al gato no es mérito alguno. Y es el caso de nuestras estrellitas enriquecidas en el norte.

Los dos mencionados, Gael y Diego, además de recabar fondos, crearon un centro de acopio que está funcionando. Y debo admitir que lo han hecho con tal discreción que a sujetos tan poco avisados como el suscrito, les pasó de noche la actividad de ambos que, cierto, tienen una pata en el norte, pero conservan la otra en su país.

También me disculpo con mis editores a los que estoy obligado a ofrecerles materiales certeros, sin reacciones viscerales ni visos personalistas. Con una advertencia: objetividad, siempre, pero jamás imparcialidad.

Y a los posibles lectores en general, desde luego. No soy vocero del Peje, mucho menos del oficialismo o de partido político; pero es obligación estar con las causas de un pueblo en crisis y sin caminos de salida.