Ciegos y sordos

 

El 2018 está a la vuelta


Un par de semanas antes de entregar su cuarto Informe de Gobierno al Congreso de la Unión, el presidente Peña Nieto se reunió, en uno de los rituales todavía vigentes, con las bancadas priistas de ambas Cámaras. Los oradores fueron cuidadosamente seleccionados y, como es natural en un encuentro entre correligionarios, privaron las buenas maneras políticas y se elogiaron profusamente logros y acciones del activo tricolor más destacado.

Sin embargo, al analizar pendientes, se presentó de pronto una especie de unanimidad en cuanto al tema más percibido como deficiente por los legisladores: el muy ineficiente desempeño de los Delegados Federales en las entidades federativas, ajenos en su mayoría a su función de fungir como ojos y oídos de la Federación frente a la inclinación cada vez más extendida entre muchos gobernadores por desviar el destino original de los recursos centrales y canalizarlos a aquellos determinados por su propio interés, aunque sean de otro ramo. De esa manera, es frecuente que dinero destinado a la educación sirva para pagar una carretera, o recursos de salud pública se usen para atender un pendiente con jubilados o cualquier otro grupo de presión. Eso, cuando no de plano desaparecen.

El Gobierno Federal decidió, en un acto de automutilación, entregar esas plazas a la decisión de los gobernadores. Ellos determinan quién las ocupa y, evidentemente, sus destinatarios son sus incondicionales, ciegos y sordos a tropelías y desvíos. Hay excepciones desde luego, pero predomina la sumisión.

Así se explican, entre otros, los casos impresentables de Veracruz y Quintana Roo. ¿Ningún delegado previno la debacle?

El Presidente ofreció revisar el tema y efectuar los ajustes necesarios. Apenas tienen tiempo antes de los próximos relevos. El inicio de las nuevas gestiones es espacio óptimo para retomar vista y oídos. El 2018 está a la vuelta.

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