Cinco, cinco años más

 

Carlos Romero Deschamps es uno de los hombres más poderosos del país


Sin lugar a dudas la paraestatal Petróleos Mexicanos sigue siendo una empresa muy rentable, principalmente para quienes se han encargado de obtener beneficios que ninguno de los trabajadores tiene, aunque tampoco les va mal. Los cotos de poder hacia el interior de la paraestatal son muchos y rinden considerables beneficios, principalmente económicos. Y es que en esa dependencia hay para todos, menos para los mexicanos de a pie, esos que siempre están a la espera de que ya les toque una buena a cambio de todas las malas que han enfrentado.

Ser sindicalizado, o pertenecer al sindicato de la petrolera del país significa un estatus que no puede adquirir cualquier mexicano, y menos los simples millones de mexicanos que todos los días luchan por la sobrevivencia y por llevar un mendrugo de pan a la mesa para que sus hijos puedan mal comer y seguir esperando que la vida les otorgue un mejor trato. Ser sindicalizado significa pertenecer a una clase pudiente a la que los servicios médicos, los préstamos, las prebendas y hasta la forma en que reclaman mayores derechos o canonjías cada año son una obligación para el estado Mexicano.

Ser sindicalizado en Pemex significa recibir por concepto de contrato colectivo quinientos litros de gasolina cada mes, cuando el simple trabajador no gasta ni siquiera un par de tanques de cuarenta litros. Con esa dotación claro está que cualquier familia puede mover y mantener en servicio hasta cinco vehículos, o en el peor de los casos obtener de su venta una cantidad que brinde mayores comodidades y ventajas ante los simples asalariados. Ser sindicalizado de Pemex significa el establecimiento de un sistema de bienestar al que no pueden acceder la mayor parte de los mexicanos aunque sepamos que todos somos dueños del petróleo de este país, y cuya riqueza detentan unos cuantos, principalmente el liderazgo sindical que recibe cada mes la nada despreciable suma de 16 millones de pesos a manera de gasto corriente.

Ser sindicalizado de Pemex significa tener la posibilidad de construir un feudo dentro de la paraestatal, donde un simple cuidador de las llaves que se fue a desayunar plácidamente a su casa evitó que llegara el auxilio de forma pronta cuando las explosiones de la sede de Marina Nacional. Nadie pudo entrar a rescatar heridos porque el sujeto responsable no llegaba con las llaves. Así son los feudos que se construyen en la paraestatal más importante del país y seguimos manteniéndolos pese a que más de la mitad de los mexicanos se nos están muriendo de hambre.

Eso explica el porqué su descendencia puede formar parte de la élite de este país viajando en aviones privados y paseando por los lugares más bonitos del mundo a los miembros caninos de la familia. Y ni que decir de aquel que en Montecarlo luce y presume un coche que alcanza un precio superior a los 12 millones de pesos. Ser sindicalizado de Pemex es una ventaja que no obtienen la inmensa mayoría de los mexicanos, pero que alguien que no es sindicalizado gaste la riqueza del país simplemente porque su padre es del poder sindical resulta patético.

Carlos Romero Deschamps es uno de los hombres más poderosos del país porque su capacidad económica es mucha para corromper a quien tenga que corromper cuando de alcanzar sus fines se trata. Pero también debemos reconocer que es un amoroso padre al que le gusta que sus hijos vivan bien y que disfruten la vida lo mejor que puedan, claro está, que gastando el dinero que en teoría pertenece a todos los mexicanos. Bien dicen que los pueblos tienen los gobiernos que merecen, y nosotros merecemos eso y más porque los desenfrenos de la clase política los solapamos hasta con un dejo de admiración. La buena noticia es que aguantaremos a Carlos Romero Deschamps los siguientes cinco años, pero llegará el día en que no pueda reelegirse y recuperemos la dignidad de los mexicanos. Esa que permiten nuestros gobernantes que líderes así sigan pisoteando. Al tiempo.