Coahuila, Edomex y 2018: el INE como la CFE de Bartlett en 1988

 

El INE ha quedado atrapado en las redes del poder


La revisión del fraude electoral de 1988 por declaraciones de Manuel Bartlett Díaz ayudó a dibujar el escenario del actual Instituto Nacional Electoral (INE) para las elecciones presidenciales del primer domingo de julio de 2018: el regreso a la Comisión Federal Electoral (CFE) de hace treinta años.

La partidización en la distribución de consejeros electorales regresó el organismo electoral a los grupos de interés. En cuando menos tres ocasiones el Instituto Federal Electoral (IFE) perdió la oportunidad de reorganizarse para sacar a los partidos no sólo de su estructura interna sino de los mecanismos de designación de consejeros electorales.

El IFE perdió su sentido de Estado en el 2003 con dos hechos que parecen olvidados: la multa de mil millones de pesos al PRI por el financiamiento ilícito de 500 millones de pesos a la campaña del candidato presidencial Francisco Labastida Ochoa vía el Sindicato Nacional de Trabajadores Petroleros y el ascenso, como consejero presidente, de Luis Carlos Ugalde por maniobras de la diputada priista, Elba Esther Gordillo, en complicidad con el presidente nacional del PAN, Vicente Fox.

El debate en el INE sobre gastos de campaña en Coahuila y Estado de México (Edomex), y sobre todo en tono al sobregiro de gastos, se dio en dos escenarios conflictivos: la revisión a posteriori de los rubros en el gasto electoral contabilizado y el pastoreo de los presidentes del PRI y del PAN en las instalaciones del Instituto.

El INE ha quedado atrapado en las redes del poder por su dependencia de estructuras políticas y de gobierno. No es igual, pero podría quedar muy parecida a la última CFE de 1988, bajo el mando de Manuel Bartlett Díaz, como secretario de Gobernación de la administración de Miguel de la Madrid: dependiente de los intereses políticos de grupos dominantes, sobre todo del PRI, que influyó en la mayoría de los actuales consejeros electorales.

Las elecciones mexiquenses y coahuilenses debieron de anularse por la multitud de irregularidades evidentes, pero la burocratización del Instituto por nombramientos salidos de los partidos en el congreso, y las regulaciones estrictas, dejaron pasar la oportunidad de consolidar a una verdadera autoridad electoral ajena a los intereses políticos.

Los tiempos electorales cerraron cualquier oportunidad de reformar del INE, aunque el pesimismo cunde cuando iniciativas como el sistema nacional anticorrupción fueron afectadas por intereses gubernamentales, legislativos, partidistas y hasta ciudadanos.

Lo que ha dañado al INE es la influencia de los partidos en el Congreso. Si la reforma electoral de 1996, que sacó al IFE del gobierno, fue posible por la ruptura Salinas-Zedillo, el desdén de Zedillo al PRI y el pacto secreto zedillista con el gobierno de Clinton para contener al PRI hacia el 2000, como parte de un avance democrático para el 2003, el tiempo político fue otro: el acuerdo en lo oscurito entre Fox y el PRI de Gordillo para frenar al PRI de Roberto Madrazo, una dirigencia panista sin calidad política, las maniobras de Fox para mantener la presidencia en las elecciones presidenciales de 2006 y el pragmatismo madracista en el PRI.

A partir de 2003 los consejeros electorales fueron designados en función de cuotas partidistas y el IFE-INE perdió su autonomía de los poderes partidistas. La tibieza del INE ante los partidos en las elecciones de Coahuila y Edomex anunció una CFE bartlista para el 2018 y un conflicto poselectoral que el INE no será capaz de manejar.

Política para dummies: La política es el arte de justificar todo, de culpar todo y de eludir todo.