La crónica de Jueves Santo en Iztapalapa

 

La peregrinación no podía culminar sin la “venta de Jesús”


Sin fanfarrias, con fervor y una concentración encomiable comenzó el peregrinar de católicos detrás de miles de participantes y visitantes a la 174 representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa.

El sonido insurgente de las trompetas y los tambores “entonaba” cada paso de Eder Omar Arreola, de 27 años, el representante de Jesucristo, realizado con imperiosa puntualidad cada Semana Santa al oriente de la de la Ciudad de México.

La procesión salió de la calle Aztecas y visitó las siete casas en sendos barrios de la demarcación, engalanado por romanos y nazarenos.

“No hay día menor”, rebate Sergio, uno de los nazarenos, al ser inquirido por la relevancia del Jueves Santo. Empero, el Concilio contra Jesús, celebrado hoy, transcurrió con el sentido latir de miles católicos, todos detrás del mártir ataviado con túnica blanca y toga roja.

TE RECOMENDAMOS: Llaman a no desperdiciar agua el ‘Sábado de Gloria

La caminata de los fieles daba al calce de la herradura de los caballos. Luego se adentró en el Santuario del Señor de la Cuevita, lugar donde nace la tradición iztapalapense, un culto ancestro atribuido a la imagen impregnada en esta capilla emblemática.

Pero Iztapalapa no pierde sus tradiciones ni sus problemas. La multitud fue retenida ante la presencia de comerciantes del barrio San Miguel, quienes obstruían el paso de los caminantes. Momentos después fueron retirados a la fuerza por elementos de seguridad.

La peregrinación no podía culminar sin la “venta de Jesús”, un episodio bíblico que retrata la traición épica adoptada por la cultura popular. “Como Judas Iscariote”, recita el dicho en el que, según el Nuevo Testamento, el apóstol “cambió” a Jesús por 30 monedas de plata.

Una larga pausa acompañada de llovizna cerraba la procesión y anunciaba la representación de los pasajes bíblicos, el juicio contra Jesucristo, donde la gente dolía y se dolía con cada condena contra el hijo de Dios, como si se tratase de su propio hijo.

TAMBIÉN PUEDES LEER: Así se vive la Semana Santa en Iztapalapa

“Muerte”, gritaron los “judíos” en la Macroplaza, acondicionada como el nuevo Jerusalén. Ellos estaban cobijados por los reyes verdugos en un conflicto de veredictos, donde se decide terminar con la vida de Jesucristo, y con el aliento de Eder, quien todavía luce impávido tras la caminata interminable y los diálogos pronunciados con el mismo afán.

“Muy bonito, que no se pierda la tradición, nada más eso”, susurra Yolanda quien llegó desde Hidalgo para presencia el acto litúrgico.

Pero ella es una sola de las miles de almas que presencian la escenificación ecuménica, cristiana, apoderada de esta urbe violenta y marginada al oriente de la capital.

Allí, en el corazón de Iztapalapa, Jesucristo comparte el pan y el vino detallando una escena celosa de Da Vinci, interpretada, otra vez desde la explanada delegacional.

“Está chido, me agrada todo, ahorita cuando empiezan a hablar, con la última cena”, confiesa Alan, oriundo de este barrio bravo. “Me dijeron que se ponía chido, por eso estoy aquí”, agrega.

Después, María Magdalena llora ante un Jesús impasible, sosegado por el estertor y la muchedumbre que lo espera en la víspera de su calvario. Llora por el devenir de su hijo ante el letal beso de Judas.

La aprehensión de Jesús lo lleva al Monte de los Olivos, tropicalizado por un pueblo mexicano mayoritariamente católico, y denominado así como Cerro de la Estrella.

El Jueves Santo finalizó a medianoche con la sentencia de Jesucristo y la negación de Pedro en la Macroplaza, con una afluencia total de 250 mil personas, según datos ofrecidos por la delegación.

CHECA MÁS:

Los cierres viales en Iztapalapa por Jueves Santo

GG