“Cuando México ofreció ser la Sede Pontificia”

 

México registró una invitación para trasladarse la Sede Apostólica a nuestra tierra


Roberto O’Farrill Corona

Seguramente usted se asombrará al enterarse de que la historia de México registra que nuestra noble nación invitó al Papa a que trasladase la Sede Apostólica a nuestra tierra. En efecto, el presidente de la República Mexicana, José Joaquín Herrera, en 1849, el 12 de febrero, le extendió al papa Pío IX una carta firmada en Palacio Nacional, para invitarle a que trasladase su residencia a México, con estas palabras: “Beatísimo Padre, encontrará en México siete millones de hijos llenos de amor y veneración hacia su sagrada persona”.

Esta fascinante historia comenzó la noche del 24 de noviembre de 1848, cuando Pío IX tuvo que salir de Roma para exiliarse en la fortaleza de Gaeta, reino de Nápoles, durante la Revolución Liberal de 1848 en la República Romana, en momentos en que su seguridad le impidió continuar en el Vaticano enfrente de las revueltas. El Papa llegó a Gaeta a principios de diciembre, donde permaneció cinco meses asilado por Fernando II, rey de las Dos Sicilias, con toda la corte pontificia.

El 4 de diciembre, Pío IX envió, desde Gaeta, una carta al Presidente de México y a otros jefes de Estado con quienes mantenía relaciones diplomáticas, para anunciarles su exilio y narrar las privaciones a las que le habían reducido.

Por su valor histórico, reproduzco parte del texto con el que el Presidente Herrera respondió al Papa:“A Su Santidad el Sumo Pontífice Pío IX. Santísimo Padre: No es fácil que yo acierte a explicar a Vuestra Santidad la desagradable sorpresa que al gobierno y pueblo de la República Mexicana ha causado la noticia de los infaustos sucesos de Roma, de que Vuestra Santidad se digna hablarme.”

Y continúa: “en el actual orden del mundo, la absoluta independencia del Sumo Pontífice, y por lo mismo el pleno derecho de soberanía temporal en sus Estados, es una condición necesaria para el libre e imparcial ejercicio de la suprema potestad espiritual, que al mismo Pontífice compete en calidad de jefe de la Iglesia”. “Inmediatamente que fue en mis manos la carta de Vuestra Santidad, dispuse que se diera cuenta con ella a la representación nacional en la Cámara de Diputados y el Senado. Y ella, fiel intérprete de los sentimientos que animan a los mexicanos, va a expedir un decreto de que remitiré a Vuestra Santidad un ejemplar.

“Las naciones católicas de Europa se habrán honrado en ofrecer cada una en su territorio magnifica hospitalidad al Padre común de los fieles… Mas si en los decretos de la Providencia estuviera que uno de sus sucesores hubiese de ilustrar con su presencia las regiones del Nuevo Mundo, Vuestra Santidad, Beatísimo Padre, encontrará en México siete millones de hijos llenos de amor y veneración hacia su sagrada persona”.

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