Cuando nadie mira…

 

Los diputados y los senadores han programado reuniones durante el periodo que cubre las elecciones, cuando supuestamente ellos deben guardar compostura casi ascética


Se puede acusar a nuestros legisladores de irresponsables, ineptos, importamadristas y de nulo aprendizaje, pero jamás se les podrá tachar de tontos (tampoco de inteligentes, en plena contradicción) especialmente si de allegarse de fondos se trata.

Mientras nos han mantenido distraídos con leyes como la dedicada a la corrupción o a la falta de transparencia, ellos se preparan para darle un mordisco mayor al presupuesto.

Para eso, aprovecharán también la zanahoria colgada del palo de las elecciones.

Acotación marginal: entiendo que hay leyes que castigan los actos de corrupción, disponer de fondos públicos ilegalmente, ocultar la información relativa a estos hechos y así al infinito. Resulta entonces ridículo que las autoridades traten de enmascarar su estupidez generando más leyes que sólo ocasionan confusión.

Apenas nos estamos enterando que las asignaciones para cada bancada exceden con mucho no sólo las necesidades de trabajo de cada padre de la patria, sino incluso de organismos sociales a los que se ha recortado presupuesto porque, ya saben, la crisis está del demonio.

Pero así y todo no alcanza; a los senadores panistas, por ejemplo, les entregaron 480 millones de pesos el año pasado, aunque la bancada azulina apenas llega a 38 legisladores. Esto es, si les hubiesen regalado diez millones a cada uno, nos sobrarían todavía cien millones para cubrir las necesidades de, por seguir ejemplificando, introducir agua a Iztapalapa.

Como recua siguiendo al macho que lleva la campanita, los diputados y los senadores han programado reuniones durante el periodo que cubre las elecciones, cuando supuestamente ellos deben guardar compostura casi ascética, monjil.

Es la mejor oportunidad para que acuerden, como ya están haciendo, el reparto de beneficios a partir de un supuesto ahorro en cada cámara. Olvídese, amigo lector, del compromiso de centralizar el dinero para que ya no se entregue como premio, estímulo o recompensa para los cuates, los colaboradores secretos y para el pago de tareas no publicables.

En teoría se trataba de impedir los “moches” que causaron la primera fractura interpanista entre Gustavo Madero y el repartidor en turno, Ernesto Cordero, quien entregó en mano alrededor de 20 millones a cada uno de los senadores pertenecientes a su grupo, digamos al grupo de Felipe Calderón, dejando de lado a los simpatizantes de Maderito, el rebelde con causa: la suya.

Hoy, debemos esperar la reaparición pública de los legisladores una vez que terminen los comicios. Entonces quizá nos enteren cómo fue el reparto de los excedentes presupuestarios que ellos llaman, sin pena alguna, “ahorros legislativos”.

Con la confianza de que los pleitos entre aspirantes a cargo de elección popular, sean suficientes para que nadie preste atención a asuntos como el mencionado reparto de dinero.

Después de todo, y no son necesarias las dotes de arúspice, la mayoría de las elecciones especialmente las de gobernador, terminarán indefectiblemente ante los tribunales respectivos. Sin vía de solución…