Custodia

 

Es urgente resolver el tema de la seguridad del virtual Presidente electo


Rubén Lara León

Es urgente resolver el tema de la seguridad del virtual Presidente electo. No debe seguirse desplazando con el solo escudo del “cuidado del pueblo”.

Esa es retórica de campaña, inaplicable en su condición actual. Ha sido inamovible su posición de prescindir del Estado Mayor compuesto por militares de carrera, y ello ha generado reacciones diversas, predominando las opuestas a tal decisión.

Ciertamente se requieren profesionales, pero cualquier definición deberá erradicar los abusos de los actuales, verdadera guardia pretoriana, prepotente y arbitraria. Todos hemos padecido alguna vez sus excesos. Un simple desplazamiento del mandatario origina bloquear cinco cuadras a la redonda, se cierran negocios, los residentes no pueden desplazarse en su entorno, se remolcan carros, no hay explicación alguna. Sólo opera el criterio, bastante estrecho, de los uniformados, y cuidado con atreverse a protestar, porque su integridad corre riesgo.

El área del Palacio Nacional es otro ejemplo. Poco a poco se nos fue arrebatando, hasta volverlo coto exclusivo de esa elite. Transitar debajo de la banqueta toreando carros es la única manera de pasar por ahí. La calle de Moneda está prácticamente cerrada sin otra justificación que la “seguridad del Presidente”, quien además rara vez se para por ahí.

Igual pasa durante las fiestas patrias. Quien quiera disfrutarlas en el Zócalo deberá someterse a revisiones y filtros de seguridad controlados por oficiales malencarados, inabordables y distantes del pueblo sencillo. La custodia de la familia presidencial es otro calvario. Si está cenando en un lugar y llega algún miembro de ese olimpo, mejor retírese, se acabó su intimidad, se vuelve sospechoso, será vigilado.

Todo esto debe erradicarse, pero solucionarse. Seguir sin protección es muy peligroso.

Una alternativa es redefinir funciones suprimiendo arbitrariedades. El pretexto de la seguridad alimentó cotos exclusivos de privilegio.

Terminarlos será aplaudido, pero la integridad del Presidente es razón de Estado. No debe minimizarse.