Democracia…¡ora sí!

 

Ahora resulta que estamos ejerciendo, por primera ocasión en la luenga historia de la nación, una democracia real


Ahora resulta que estamos ejerciendo, por primera ocasión en la luenga historia de la nación, una democracia real, verdadera, sin adjetivos.

Y que por primera ocasión los ciudadanos impusieron su criterio, su opinión, su preferencia.

Pues no, no es así. A partir de que se dio orden a este país mediante leyes constitucionales y quiero hablar sólo del siglo XX, los ciudadanos ejercieron obligaciones y derechos dentro de la ley, sin cortapisas.

¿Había un solo partido? Cierto. Lo que no era obstáculo para que organizaciones que operaban en semiclandestinidad mostraran inconformidades y se organizaran para expresar sus desacuerdos con las medidas gubernamentales.

Existía, entonces, una izquierda con personajes destacados, respetados incluso en los medios oficiales. ¿Un caso? Vicente Lombardo Toledano.

Fue José López Portillo al alimón con Jesús Reyes Heroles quienes decidieron abrir el Congreso a los partiditos minoritarios.

Luego correspondió a Carlos Salinas de Gortari la legalización para tomar parte en los juegos electorales.

Existía una sola oposición legal: el PAN que nunca pudo repuntar lo suficiente para ganar una elección. Ni a presidente municipal de Pendenjícuaro.

Sin perros de colina ni chupacabras, habrá que aceptar que fueron los modernizadores de un sistema autoritario y que abrieron las puertas a la participación de los opositores a la res pública.

Son hechos, no discursos ni simpatías. Lo grave y hay que cargarlo a la cuenta de ambos: dejaron que los partidos se apropiaran del concepto de democracia y la ejercieran como sus intereses eran favorecidos.

Así, teóricamente el gobierno lo ejerce un presidente que no puede caminar sino apoyado en brazos partidarios. De todos los partidos, como demostraron las reformas estructurales planteadas por Peña y aprobadas por quienes ahora las controvierten como Anaya.

Los partidos, propiedades privadas y no entes públicos como deberían ser, ordenan a los ciudadanos por quiénes votar.

Los enlistan, los oficializan y aunque sean objeto de persecución judicial por delitos comprobables, los partidos dijeron está bien y así será.

De los aspirantes que me correspondían por delegación, ciudad, país, sólo sabía de los cuatro magníficos; sujetos que en un país medianamente civilizado estarían respondiendo atrás de las rejas de un juzgado y no compitiendo por una presidencia imperial.

Caso paradigmático: el ganador en Morelos, que nunca ha residido allí, que fue comprado por un partido casi inexistente para que aceptara nominarse a la alcaldía capitalina, que ahora va por la gubernatura, que ya ganó, y que no tiene más lenguaje que treinta palabras usadas para insultar árbitros.

¡Viva la democracia..!