Desaparición forzada

 

Estamos frente a la descomposición total de los cuerpos policiales


Si algo padece este país es una deleznable fama que nos sitúa entre las naciones con menor índice de efectividad policial, y con uno de los mayores niveles en desapariciones forzadas; con este criterio está el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sea obra de agentes del Estado. Desde 2007 no se daba en la capital de la República un caso de desaparición forzada.

Marco Antonio Sánchez Flores, estudiante de 17 años, desapareció el 23 de enero reciente después de ser detenido por tomarse una foto con un grafiti de fondo, el cual le había gustado en las inmediaciones del Metro Rosario. Policías de la Ciudad de México lo acusaron de haber ingerido bebidas alcohólicas. Como siempre ocurre, los presuntos agentes del orden público revisaron al joven quien, seguramente presa del miedo, decidió correr, pero fue alcanzado dentro de la estación del Metro Rosario.

Fue esposado, golpeado, subido a una patrulla y desaparecido. La única evidencia fotográfica que existe fue tomada por otro joven, que preguntó a donde lo llevarían, y tuvo como respuesta que sería trasladado al Ministerio Público número 40, con sede en Azcapotzalco.

Nunca llegó al lugar y a la fecha nada se sabe de él. Resulta patético que en una de las zonas urbanas más grandes del mundo puedan ocurrir este tipo de asuntos, mientras se nos dice que somos vigilados las veinticuatro horas del día, mediante cámaras de vigilancia y que todo lo registran.

Por cierto, bastante caros han salido estos implementos tecnológicos y de poco han servido por la mala calidad y la ineficiencia gubernamental para operarlos. En lo personal, no sé dónde diablos tiene la cabeza el Señor Miguel Ángel Mancera quien, desde que vio frustradas sus aspiraciones presidenciales, poco aparece y menos se ocupa de los problemas generados en una megalópolis como la nuestra y que debería atender con prontitud. Lo peor de todo es que no quiere reconocer la desaparición.

Pero hay que señalar la indignación de los padres del joven, y quienes se han sumado a su dolor y reclamo debido al trato desempeñado por las autoridades capitalinas; ya a cinco días después de su desaparición física ni siquiera los habían recibido. También hay que decir que los policías han encontrado un filón de dinero “taloneando” estudiantes, cuando les encuentran cervezas en las inmediaciones de las escuelas, además de que los grupos criminales se disputan el territorio por la venta de drogas al menudeo.

En lugares como Ciudad Juárez, Chihuahua y Michoacán, la descomposición policial comenzó por la colusión con crimen organizado. Tláhuac encendió las luces de alarma, pero el señor Mancera siempre se negó a reconocer la presencia del crimen organizado debido a sus aspiraciones presidenciales, y ahora padecemos las consecuencias. Es más, la propia Secretaria de Seguridad Pública, bajo la defensa de la “cadena de custodia”, ha violado derechos de los periodistas.

Sin lugar a dudas estamos frente a la descomposición total de los cuerpos policiales. Al tiempo.

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