Desaparición forzada

 

México comenzó a convertirse en un panteón


Hace mucho tiempo que México comenzó a convertirse en un panteón. No sé si la vocación de los mexicanos por la muerte haya pasado de ser una tradición a una brutal realidad. Así como las crónicas refieren la forma en que nuestros antepasados organizaban sacrificios a una lista de dioses que eran muy voraces y cada vez pedían un número mayor de muertes, desde luego que con el peligro del exterminio de las razas del altiplano mexicano, porque ir a otros lugares resultaba bastante dificultoso. 

Después vendrían los tiempos en que los españoles implantaron la pena de muerte a través de diversos mecanismos, cual más doloroso, con la finalidad de que los naturales entendieran que nadie podía contravenir las disposiciones de los conquistadores para seguir manteniendo el saqueo bien organizado de nuestras riquezas. Muchas fueron las formas en que se castigaba a los naturales, pero la más espantosa era la hoguera. 

Finalmente, después de casi cuatro siglos de dominación logramos la emancipación, pero nunca entendimos que debimos haber roto con la tradición impuesta por los conquistadores. México siguió siendo la Nueva España como la llamaron ellos, porque no sabíamos qué hacer para gobernarnos y no teníamos el conocimiento del funcionamiento de las instituciones españolas, y buscamos adecuarlas a nuestro entendimiento y conveniencia.

Así comenzó mal lo que ahora mal hacemos para gobernarnos. Y uno de los problemas más graves que hemos tenido es la facilidad con que nosotros mismos decidimos quitar la vida a los demás con cualquier pretexto. Los duelos a muerte fueron el principal elemento para dirimir las controversias.

La muerte se convirtió en compañera indisoluble de nuestra emancipación como nación, y en el corolario de todos los movimientos sociales. Fusilar fue la forma más precisa para imponer temor en los adversarios en nuestras luchas armadas.

Por desgracia ahora las cosas son diferentes y más salvajes. El respeto por la vida de los demás sigue siendo nimio, pero sobre todo, esa vida a que siempre nos referimos cuando de reseñar nuestras vicisitudes se trata, vale ahora menos que antaño, y el problema es que tanto matan hombres y mujeres que sirven al brazo armado de los gobiernos, como también con suma facilidad lo hacen aquellos que participan en las diferentes bandas del crimen organizado que pululan por todos los rincones del país. 

La Aprobación de la Ley General de Desaparición Forzada y Desaparición por Particulares, finalmente fue recibida con alivio por algunos familiares de las víctimas, aunque otros señalaron que no resolverá de fondo el problema. Es cierto que llega tarde, pero tiene un grave problema por delante, como casi todos los problemas del país: dinero. Si no hay un presupuesto que permita una verdadera investigación de cada uno de los casos, no habrá resultados. Si no tiene una ley reglamentaria, tampoco.

Para decirlo claro y fuerte: así como está, no servirá de mucho. Al tiempo.

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