Desesperada guerra sucia

 

Lo que se avizora es un estercolero de ataques y no un catálogo de propuestas


A muy pocas horas del tercer y definitivo debate entre aspirantes presidenciales, lo que se avizora es un estercolero de ataques y no un catálogo de propuestas.

Ya andan sueltos los demonios, como dijera el desaparecido Mario Ruiz Massieu cuando, siendo subprocurador de la República, investigaba los asesinatos de su propio hermano José Francisco y del malogrado candidato priista Luis Donaldo Colosio, septiembre y marzo de 1994, respectivamente. Por tercera ocasión veremos el espectáculo del sinfín de intentos por noquear al oponente mediante acusaciones de corrupción, de fortunas ocultas y, echando todo el resto sobre la mesa, eventualmente de homicidio, secuestro y hasta desviaciones en el ámbito más íntimo y personalísimo.

La desesperación es madre de todas las guerras sucias.

Todo se vale, en la mente torcida de quien intenta llegar al poder a costa de lo que sea, incluyendo por supuesto los infundios y mentiras explícitas. Algunos analistas ven que José Antonio Meade buscará instalarse en el segundo lugar desplazando a Ricardo Anaya. Es decir, una guerra cuyo galardón sería solamente la no desaparición del PRI.

Pero otros ven un plan más siniestro: simular que los votos que pierda Anaya, en el supuesto de ser abatido a punta de denuncias nacidas de un video con las revelaciones de Juan Barreiro (sin denuncia formal ante la PGR), irán del panista presuntamente defenestrado hacia Meade, agregando otro porcentaje que sueñan hacer perder al puntero Andrés Manuel López Obrador por medio de imputaciones falsas. Los otros ataques serán contra Enrique Peña Nieto, señalado por Anaya como autor de la embestida en su contra por haber dicho públicamente que investigará y meterá en la cárcel, si es necesario, al actual mandatario.

Entonces ya solamente faltaría tener medios y encuestas a modo y a disposición para acercar los porcentajes de intención de voto entre AMLO y Meade hasta tres o cinco puntos (48 contra 45, por ejemplo) en horas previas a la elección del 1 de julio.

El problema es lograr que alguien se trague esa rueda de molino y que reconozca semejante viraje, operado y auxiliado con generosidad en programas sociales, compra o renta masiva de credenciales del INE, sustitución de funcionarios de casilla. Con Felipe Calderón (hace 12 años) se manejó eficientemente el “milagro del empate técnico” desde febrero, pero esta vez es demasiado apretado lograr un resultado mínimamente creíble en escasas tres semanas.

Los sospechosistas ya ven ominosas señales, como el manejo del PREP y las encuestas de salida a cargo de empresas ligadas a Hildebrando Zavala, hermano de Margarita, el mismo que poseía los padrones de beneficiarios de los programas asistenciales del gobierno de Vicente Fox entonces.

Circula en redes el banderazo de salida de las boletas electorales a bordo de transportes de Muebles y Mudanzas (MyM), una de cuyas empresas recibió, se dice que como donación, el archienemigo de AMLO, el expresidente Vicente Fox.

El disparatado cálculo sería calificar como ganador a Meade por una diferencia de uno por ciento, el doble de la ventaja reconocida a Calderón.

La aparición de videos con tinacos y laptops a cambio de credenciales del INE, fotos de falsa documentación oficial (la misma mujer con domicilios y nombres diferentes y con edades de su CURP obviamente erróneas), son apenas la punta de un iceberg de compra de voto que juega carreras parejeras con ataques dolosos entre los aspirantes.