Diplomacia a la mexicana

 

No hay otra forma de interpretar las dóciles medidas adoptadas por México


El canciller era don Alfonso García Robles, el michoacano Premio Nobel por su iniciativa de desarme de armas nucleares contenida en el Tratado de Tlatelolco.

Enfrentábamos en Bolivia la sustitución del gobierno constitucional por un gobierno militar. Se convocó a una conferencia de prensa en la Cancillería en la que un corresponsal de la agencia estadounidense AP –de hecho reportero local– exigió al secretario de Relaciones Exteriores que definiera su posición respecto al conflicto.

Don Alfonso, con su voz suave, sus modos siempre amables, le respondió al periodista que México aplicaría la Doctrina Estrada y que no tenía más nada qué decir.

El informador, pesado como solemos ser en ocasiones cuando no obtenemos la respuesta que nos dará una primera plana, con voz agria y tono elevado le exigió que definiera si México reconocería al gobierno que sustituía al presidente en funciones o no lo reconocería.

Con tono didáctico el diplomático le explicó al periodista que la Doctrina Estrada se fundamentaba en el respeto a las soberanías de los pueblos, por lo que no tenía por qué otorgar reconocimientos a nadie (que por cierto era la petición o sugerencia del Ministerio de Colonias de Estados Unidos, la OEA).

México, señor periodista, precisó don Alfonso, sostiene relaciones con los gobiernos o no las sostiene. Pero no otorga ni avala reconocimientos. Ese es el espíritu de la Doctrina Estrada que rige nuestra política exterior.

Nuevos estilos, abandono de la Doctrina Estrada, falta de criterio y seguimiento, hoy sí, de la política dictada en Washington. No hay otra forma de interpretar las dóciles medidas adoptadas por México, su canciller Videgaray (“estoy aprendiendo”) que amenaza sanciones fiscales a Venezuela.

Sin explicar, claro, cómo podrá aplicarlas mientras la propia Secretaría de Relaciones Exteriores afirma que las diferencias entre venezolanos sólo podrán resolverlas los propios venezolanos.

Muy bien, puede que así sea, pero al parecer y así lo explica el analista Rafael Cardona Sandoval, que atrás de la negativa de México de romper relaciones con Venezuela, y de amenazarla con inaplicables sanciones de tipo económico, está la protección a las empresas mexicanas que se encuentran en la tierra de Simón Bolívar.

Su opinión la cuelga Rafael de una respuesta de Meade, nuestro hacendario capataz, quien al inquirirle si es posible el cierre de la embajada de México en Caracas, con inocencia total explicó que no, porque “hay muchas empresas mexicanas… no las podemos dejar solas”.

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