Dos historias de enormes fortunas

 

Aprende todo de nada y libérate de toda información relevante


En tiempos de la hiperinformación al instante, inexplicablemente dos cifras clave lograron pasar de noche en los medios y en la opinión pública mexicanos; los datos mostraban la riqueza superlativa de los capos de Sinaloa, pero se escabulleron en medio de lo que Noam Chomsky llama la estrategia de la distracción, elemento primordial para el control social, que no es sino el atiborramiento de informaciones inocuas. Él lo llama también “la técnica del diluvio o la inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes”. Se trata de desviar la atención del público en torno a problemas importantes y respecto de los cambios aplicados por las élites políticas y económicas para su beneficio y a costa del ciudadano común.

Dicho a la mexicana: aprende todo de nada y libérate de toda información relevante.

Por ejemplo, está más presente en el imaginario colectivo la figura mítica, la leyenda viviente y vindicativa, para el conjunto de frustraciones populares, de un Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo” triunfal, como héroe fugitivo y burlón de dos prisiones de alta seguridad, que su realidad de multimillonario traficante, dueño de vidas y haciendas, violento ejecutor de sus rivales, controlador de perdón, alianza o muerte desde su poder casi ilimitado sobre cimientos de dinero y violencia.

Guzmán Loera y el Cártel de Sinaloa depositaron directamente y a través de 22 casas de cambio mexicanas, la insólita fortuna de 378 mil 400 millones de dólares en un lapso menor a cinco años, entre 2003 y 2008, en una sola institución bancaria de Estados Unidos, el Wachovia Bank. El escándalo detonó en un reportaje del semanario inglés The Observer en mayo de 2011.

Eso no provocó escándalo alguno en México. No hubo siquiera un comentario oficial por el hecho de que los 378 mil 400 millones equivalían, entonces, a una tercera parte del Producto Interno Bruto de México. O, si usted prefiere, a las ganancias de todo el tráfico mexicano de todas las drogas posibles durante 10 años, según las cifras manejadas por la DEA (Agencia Antidrogas de Estados Unidos) y retomadas por nuestras autoridades federales: algo así como 40 mil millones al año.

La historia que siguió al no-escándalo fue más que frustrante: Wachovia Bank fue investigado por el fiscal federal Jeffrey Sloman, quien habló del “flagrante desprecio” de ese banco hacia las leyes al dar carta blanca a los cárteles internacionales de cocaína para financiar sus operaciones. Wachovia se acogió a la Ley de Secrecía Bancaria y pagó una ridícula multa de 110 millones de dólares por permitir multitransacciones relacionadas con el tráfico de drogas y cubrió otra multa de 50 millones de dólares “por no monitorear el efectivo que se usó para transportar 22 toneladas de cocaína”.

Multas ridículas, menos de dos por ciento de las ganancias que por 12 mil 300 millones Wachovia obtenía en 2009. Wachovia ya ni siquiera existe: fue absorbida por el gigante trasnacional Wells Fargo. Sus activos, asegura el escritor italiano Roberto Saviano, sirvieron para salvar de la quiebra a bancos de Europa y de todo el mundo.

En otra historia: Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, aceptó ser delator de su padre y todo el Cártel de Sinaloa desde marzo de 2013. Firmó con Washington un acuerdo por el que ya no se le procesará. Este reo administrativo saldrá libre antes de cumplir 50 años, a cambio de entregar mil 373 millones de dólares. ¿Cuánto entonces tiene “El Chapo” para negociar?

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