Duarte

 

El gobierno federal adeuda muchas aclaraciones


No celebro la captura de Javier Duarte. Tampoco la cuestiono.

Me reservo hasta ver si se actuará contra todos los involucrados en esta trama, o se centrará en él todo el libreto. Duarte es un cometa de larga cola. Cientos de cómplices participaron en el festín. Sacaron tajada de la corrupción y deben pagar su fracción. El gobierno federal adeuda muchas aclaraciones. ¿No fiscaliza los recursos etiquetados a los estados? ¿Nadie revisa la existencia real de las obras o acciones comprometidas? ¿El envío del dinero es automático o debe acreditarse su buen uso para continuarlo? ¿Las conclusiones de la ASF, aun referidas a dos ejercicios anteriores, merecen algún análisis, activan alguna alerta o nadie las ve y sigue la fiesta? ¿Los congresos, fiscalizadores y órganos de vigilancia locales sirven para algo? ¿Los órganos de gobierno de instancias con sostenimiento federal realmente revisan o son rutina cómplice? ¿Los delegados federales hacen algo por cuidar el interés de su representado, o por haber sido regalados a los gobernadores son también encubridores? Las preguntas suman cientos.

Las dependencias globalizadoras federales están en entredicho. Por ejemplo: ¿Por qué la SSA alardea hoy 22 denuncias contra Duarte por la serie de porquerías afloradas relativas a medicamentos caducos o falsos y no hizo nada antes? ¿No evaluó el Sistema Nacional de Seguridad Pública los incumplimientos en su materia?

Duarte es un dolor de muelas para el sistema, un fracaso del modelo de partidos y una vergüenza para todos. En palabras de Serrat, era de los tipos capaces de vender hielo a un esquimal, y hacer trampa con los votos en el colegio electoral. Viajaba en autos blindados a colgar su retrato en las escuelas, pero, para no ensuciar, cagaba en casas ajenas. En efecto, entre esos tipos y yo hay algo personal.