Edículo de la Resurrección

 

La Resurrección de Cristo es Dogma de Fe además de ser un acontecimiento real, visible y de constatación histórica, y si creemos que el Señor resucitó es porque “después de su muerte, Jesús mismo se presentó en persona a sus apóstoles y, durante cuarenta días, se estuvo apareciendo, dándoles así claras pruebas de que estaba […]


La Resurrección de Cristo es Dogma de Fe además de ser un acontecimiento real, visible y de constatación histórica, y si creemos que el Señor resucitó es porque “después de su muerte, Jesús mismo se presentó en persona a sus apóstoles y, durante cuarenta días, se estuvo apareciendo, dándoles así claras pruebas de que estaba vivo” (Hch 1, 3). San Pablo, apenas veinte años después de la Resurrección de Jesús, refiere: “Les he enseñado que Cristo murió, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día y que se apareció
a Pedro y después a los apóstoles.

Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales viven muchos todavía aunque algunos ya murieron. Después se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles y por último, después de todos, se me apareció también a mí, una especie de aborto, pues yo soy el menos importante de los apóstoles, y ni siquiera merezco llamarme apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios” (1 Cor 15, 3-9).

En uno de sus elocuentes sermones, san Agustín medita en torno a la Resurrección del Señor y explica que la derrota de la muerte
se extiende a quienes anhelan volver a vivir: “Murió, pero dio muerte a la muerte; puso término en sí mismo a la muerte que temíamos; la tomó sobre sí y le causó la muerte; como el mejor cazador, capturó al león y lo mató. ¿Dónde está la muerte? Búscala en Cristo, ya no existe; existió pero murió allí. ¡Oh vida, muerte de la muerte! Tengan buen ánimo, que morirá también en nosotros. Lo que fue por delante en la cabeza, se repetirá en los miembros; también en nosotros morirá la muerte”.

El Edículo de la Anástasis, -en griego, Resurrección- se encuentra al interior de la basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén,
al centro de una rotonda de columnas que sostienen un techo en forma de cúpula de estilo moscovita edificado por los cristianos ortodoxos en el año 1810 en sustitución del que fuese erigido por los frailes franciscanos en el siglo XVI y devastado por un incendio en 1808. La fachada del Edículo presenta columnas torcidas, ornamentos, inscripciones, cuadros y lámparas de aceite.

Al interior del Edículo se encuentra el vestíbulo, de cuatro por tres metros y medio, decorado con paneles de mármol blanco intercalados por columnas y pequeños pilares; es la llamada “Capilla del Ángel” en memoria del joven vestido con una túnica blanca que las mujeres vieron sentado en la tumba la mañana del Domingo y de quien recibieron el anuncio de la Resurrección. En el centro se encuentra un pedestal con un fragmento de la roca que cerraba la entrada del Sepulcro, piedra que se conservaba toda entera dentro de la basílica hasta la destrucción del año 1009.

Una pequeña puerta, de un metro y medio, introduce al sitio preciso en el que fue depositado el Cuerpo de Cristo; se trata de una segunda habitación que mide 2.07 metros de longitud por 1.93 de anchura. Allí se encuentra el banco sepulcral, de 1.89 por 0.93 metros, protegido por placas de mármol. Es en este preciso lugar donde Jesús se levantó de la muerte.