Educando a Donald

 

Nosotros estaremos condenados a ser los paganos de la parte más difícil de enseñarle a Donald los límites del poder


En algunos episodios de la historia no ha existido nada más caro que enseñarle a un triunfador electoral a desempeñarse en un cargo que en el fondo no le interesa y en el que además es necesario tener capacidad para unir voluntades, converger intereses y buscar en la mejor dirección el bienestar general.

Y es que, ya empezamos a vivir las consecuencias de lo que significa tener a Trump en el Despacho Oval, ya empezamos a pagar lo que pasó aquel 8 de noviembre, porque ahora los votos de Pensilvania, Michigan y Ohio empiezan a pesar sobre el mundo entero como si fueran un nuevo diluvio universal.

Todo eso nos ha llevado a los mexicanos a conformar un espíritu de unidad nacional, pero también es necesario considerar que más allá del abrazo, de la reafirmación y de lo orgullosos que nos debemos sentir por lo que somos, tenemos la obligada misión de ir creando un proyecto para el futuro de nuestro país.

La resaca Trump ya empezó en Estados Unidos, y es que el cargo que ahora ostenta no tiene más remedio que cumplir las leyes aunque él no lo quiera.  En ese sentido, en el imperio del norte hay una especie de guerra de conceptos, porque nunca sabremos cuántos estadounidenses realmente estaban de acuerdo con la sociedad que constituyeron. Pero lo que sí sabemos es que hubo muchos inconformes que sintieron la llegada de Obama como un desafío, los matrimonios entre personas del mismo sexo como una afrenta y el derecho a la seguridad social como algo que va en contra de lo que ellos interpretan como un orden natural.

Estamos viviendo bajo una tormenta de sucesos inmediatos, y para poder seguir el rumbo de los acontecimientos hay que observar lo que sucede al interior de Estados Unidos, porque a su sociedad le llevará un tiempo acostumbrarse a vivir con las nuevas reglas que, al final del día, están basadas en la fuerza y en gobernar mediante decretos ejecutivos.

¿Qué harán al respecto el Congreso y el Senado de EU? Porque ellos también están en peligro y nuestra única esperanza para no seguir siendo el saco de box de Donald Trump mientras va aprendiendo el oficio de gobernante, es que las instituciones y el sistema norteamericano vayan superando el complejo de los cien días y se den cuenta de que el mayor problema es la manera que tiene el actual presidente de interpretar el Poder Ejecutivo.

Si el sistema estadounidense funciona tal como lo conocemos entonces tendremos riesgos, pero no las barbaridades en las que estamos viviendo. Y si no funciona, nosotros estaremos condenados a ser los paganos de la parte más difícil de enseñarle a Donald los límites del poder.