El bienestar de la Robles

 

Un día reapareció moderna, elegante y nombrada titular de Sedesol


Apenas iniciado el sexenio, observábamos: No, si quedó rechula. Hasta sus malquerientes lo tienen que admitir: trompita ligeramente levantada, casi sin color; cejas dibujadas, ojitos que no son grandes pero son expresivos, con un circulito que da la impresión de tatuaje y rostro lisito, como muñeca de sololoy.

La verdad Rosario obtuvo los mejores resultados. No tocaron la nariz, pasión de algunos cuchilleros que dejan a las damas con un pirindonguito nasal a la Lucía.

En una foto anunciando que son dos millones los favorecidos por el programa contra el hambre, se ve vital como cuando recorría la CU, con el morralito izquierdoso repleto de recortes, manifiestos y uno que otro libro.

Un día llegó a las alturas con Andrés Manuel López Obrador. Su historial facilitó el ingreso al círculo del poder. Al pisar el palacio del ayuntamiento lanzó su acusación: cámaras de televisión, micrófonos ocultos y toda suerte de artilugios hurgaban en su vida.

Se tuvo que callar porque alguien podría destapar al autor del espionaje en su partido. Los aparatos eran obsoletos, seguramente adquiridos en el Monte de Piedad, pero mostraban que izquierda, honradez valiente y pueblo bueno, son sinónimos.

Sin morralito y jefa del gobierno, conoció a quien le cambió la vida. Disfrutó avión privado a Varadero cada vez que le dio la gana; mutó departamento clasemediero por casa en San Ángel y empezó a usar ropa “de marca”.

El escándalo del señor de las ligas, René Bejarano, la declaración de que lo sabía Andrés Manuel; su encarcelamiento en oficina privada, con escolta, servicio de restaurante, mientras Carlos Ahumada era ilegalmente exhibido en cueros.

El escándalo ocasionó el retiro de Rosario; escribió columnas, comentarios radiofónicos, participó en televisión y fue donde pedían su punto de vista sobre la triste izquierda.

Un día reapareció moderna, elegante, con el presidente Enrique Peña Nieto, apenas electo; nombrada titular de Sedesol se le responsabilizó del combate al hambre. Nadie mejor, si consideramos su eterna pugna por el reparto de la riqueza.

Pero los enfoques cambian: no es igual ser borracho que cantinero; y eso pasó. Sumó a los señalados de dañar la salud de los mexicanos, especialmente a su niñez.

Los panes de caja y las llamadas aguas negras del imperialismo se integraron al plan. Y así lo dejó antes de cambiar de oficina.

En todo caso quedó tan chula que merece bienestar y por eso ahora compra su ropa en Sacks 5ª. Avenida.