El camino hacia la nada

 

México está herido y parece que no se han dado cuenta


Algo está pasando en México, y me parece que los ciudadanos no podemos seguir observando pacientemente que las cosas se compongan o que los encargados de guiar nuestro destino tengan la decencia de enmendar esas deleznables conductas que adoptaron desde que decidieron convertirse en actores principales de un sinnúmero de camarillas de interés, dejando en el camino mutilada la esperanza que nos vendieron como salvadores de la Patria.

Estupefactos observamos la forma en que se despojaron de la careta con la que nos convencieron para votar por ellos, mostrando el verdadero rostro de su mefistofélica realidad.

México está herido y parece que no se han dado cuenta. Pero quizá tampoco se han enterado que lo hirieron ellos mismos y que los ciudadanos estamos entendiendo que su principal interés no es preservarlo o conservarlo, porque la rapiña que los caracteriza ha sembrado la simiente de nuestra destrucción como sociedad y desaparecer esas nacionalidades que nos hemos construido todos los días del calendario de esa historia que hemos escrito con trabajo y sangre.

Hace tiempo que caminamos hacia la nada porque no hemos tenido la capacidad de escoger adecuadamente a quienes debieran liderar ese destino que hemos imaginado y construido a través de sus prosódicas prédicas.

Después de tantos yerros y la esperanza rota, seguimos renovando valores en la búsqueda incansable de los pueblos para cimentar su destino, pero tenemos que aceptar que el México nuestro que concebimos no es el mismo México que ellos nos están quitando todos los días.

Nuestro destino es incierto porque no existe una definición de lo que pretendemos y hacia dónde dirigirnos. Qué bueno que tenemos más democracia, pero qué malo que nos hayamos perdido en la diversidad porque nadie tiene un proyecto en el que nos incrustemos todos, y cada día esos demócratas de ocasión pretenden que recorramos el camino de la insidia que ellos aprendieron para alzarse con la voluntad de todos nosotros y obligarnos a recorrer la senda de la violencia y la intolerancia que pregonan en cada uno de sus actos.

El México que nosotros construimos ha sido despedazado por la perfidia de quienes no tienen mayor finalidad que el poder y la riqueza. Su avaricia social y política ha sido brutalmente agresiva a los intereses de la gente y solamente beneficia a quienes se han adueñado de nuestra miserable condición de comparsas de su mendicidad a la espera de que decidan terminar con nuestra miserable condición de parias del destino.

México carece de rumbo y dirección, y esa es hasta ahora nuestra mayor desgracia. Pero también hay que decir que ahora es rico en reyertas y prédicas reivindicatorias de engañabobos que encuentran eco en la desesperanza fabricada por aquellos que traicionaron nuestra democracia. El único camino cierto es esa maldita incertidumbre que nos han construido los demócratas de ocasión en quienes confiamos ciegamente. Ha llegado la hora de buscar a otros, porque todos los que tenemos ya no sirven para guiarnos porque ni siquiera ellos saben hacia dónde nos conducen. La desgracia de los pueblos comienza por recorrer un mal camino. Al tiempo.

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