El desorden en Juchitán

 

Falta de planeación y supervisión urbana


La de Juchitán es resultado, como todas las tragedias, de la suma de factores diversos. Por sí sólo el terremoto del 7 de septiembre pudo dañar el casco urbano, supuestamente preparado para soportar los continuos remezones de uno de los puntos geográficos con mayor sismicidad del mundo. Pero esa magnitud 8.2 Richter demostró que el destino de la cuarta ciudad más poblada de Oaxaca había sido trazado por la corrupción y el descuido, añejados en la indiferencia de varias administraciones que permitieron, también, que la vulnerabilidad abrazara cada construcción, ampliada una y otra vez, a lo largo y ancho de sus sectores y callejones. La falta de planeación y supervisión urbana es atribuible a la irresponsabilidad de las autoridades municipales que jamás adoptaron los protocolos de construcción y Protección Civil que rigen en la Federación desde hace más de 30 años.

El desorden en la atención brindada a la población, luego de aquella noche amarga, y las noches subsecuentes, no es, por supuesto, producto del “desconocimiento” de las fuerzas castrenses que dieron el apoyo, sino de la ausencia total de los organismos municipales que debieron atender el desastre y que jamas fueron visualizados por la nula sinapsis moral de las autoridades locales. Pero como el león no es komo lo pintan, las enfermedades que abrazan a este cofre de tesoros zapotecas, centro ganadero, pesquero y agrícola incluyen a la inseguridad. En 2016, la Fiscalía del estado ubicó a Juchitán como la ciudad más peligrosa de Oaxaca con ocho homicidios al día; tercer lugar en rezago educativo y tercero en rezago en derechoabiencia en salud estatal según el Coneval, son algunas posiciones que estremecen hasta los proyectos eólicos enmarcados por el título de Zona Ecónomica Especial del que ahora goza la antigua Ixtaxochitlán: Lugar de flores blancas, nombre al que ya no hace honor hoy Juchitán.