El Día del Presidente…

 

El Presidente de la República sintetiza su visión del país


Hace cuatro años lo escribimos cuando se supo que la oposición no iba a permitir al presidente Enrique Peña Nieto la lectura de su mensaje político, ante la “soberanía popular” representada por el Congreso de la Unión.

Mencionábamos que con tal prohibición se acabarían los Berrueto pateando los Porfirio, las caras de puercos con carteles antigobierno, los Noroña tirándose al suelo para que los medios se ocupen de sus patochadas y bueno, los ciudadanos comunes y corrientes nos evitaríamos tener que oír a los inefables legisladores de oposición que, como Layda Sansores, enriquecida por obra y gracia de la mano larga de su progenitor y hoy protestataria, califique al mandatario como “pendejo”. Y nada más porque ella lo dice.

Digamos que la actitud de los opositores, hasta la fecha, representa además de una violación al protocolo republicano, una indecencia propiciada por la falta de neuronas colectivas.

Habría que preguntar si entre los centenares de políticos o aspirantes a tal, que militan en las filas de la oposición, no se han dado cuenta de que liberaron al mandatario de un mal día y le regresaron el llamado Día del Presidente.

Por hoy, reunido con sus simpatizantes y empleados de alto nivel en el Gobierno Federal, el Presidente de la República sintetiza su visión de lo que es el país, visión que comparten los presentes, que se desgranan en aplausos satisfechos de ver qué bien marchan las cosas del Gobierno.

Antes de las payasadas de Porfirio, Berrueto, Noroña, Marco Rascón, hoy convertido en ser pensante, la presencia del informante en la Cámara de Diputados era una verdadera tortura. Al que peor le fue, por cierto, fue a Miguel de la Madrid Hurtado por quien Muñoz Ledo siempre sintió un odio feroz.

Explicable: siendo el chico temido de la facultad (interprétese como gusten) por su enorme capacidad dialéctica, discursiva, Porfirio perdió la presidencia de la generación a manos de De la Madrid quien recibió el apoyo monetario, vasto, generoso, de José Socorro Salcido al que siendo presidente hizo senador.

Lo más notable de Salcido: reclamar el crédito para Cuchillo Parado como cuna de la Revolución. Cierto, allí se dio el grito y el alzamiento el 18 de noviembre, dos días antes que en Puebla. Y reclamar un sitio para la máscara mortuoria de Pancho Villa, tanto en la sede senatorial, como en Palacio Nacional y en Los Pinos.

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