El efecto del desvalido

 

El “efecto del desvalido” ha tenido éxito


Dicen los enterados que en política todo se vale, y quienes tienen como profesión o conveniencia personal el ejercicio político hacen pleno uso de lo que señala el adagio popular. Quienes saben muy bien para qué sirven las concentraciones populares son los líderes que integran la plana mayor del Partido de la Revolución Democrática, y esa es la razón por la que se han mantenido en los primeros planos ocupando las curules y los cargos gubernamentales, porque tienen eso que ellos mismos llaman “base social”.

Aprovechando esa circunstancia, y para mantener vivas sus aspiraciones a la candidatura a la Presidencia de la República, Miguel Ángel Mancera da una demostración más de su pericia para identificar el momento político y realizar un buen manejo de los medios de comunicación y de las organizaciones que integran el Partido de la Revolución Democrática. El Jefe de Gobierno tiene delineado muy bien el plan que lo llevará a ser candidato a la Presidencia de la República.

Por lo pronto los principales funcionarios del esquema gubernativo han salido a los medios de comunicación para solicitar que no se recorte el presupuesto asignado a la Ciudad de México, y están logrado posicionar sus razones para hacer presión al titular de la Hacienda Pública y al propio Presidente de la República. La estrategia ha mantenido la atención de los capitalinos porque a través de mensajes sencillos, bien estructurados y transmitidos eficientemente, están generando percepciones favorables a la petición del señor Mancera.

El “efecto del desvalido” ha tenido éxito, aunque relativo porque todavía falta conocer las razones de José Antonio Meade Kuribreña. Pero también vale la pena destacar aquel otro adagio popular que reza: “el que pega primero pega dos veces”, y en las conferencias de prensa los principales liderazgos partidistas en las cámaras de Senadores y Diputados han señalado puntualmente los excesos en que incurren muchos de los componentes de los poderes del Estado mexicano.

Un ejemplo vivo son los altísimos salarios que devengan los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y que tradicionalmente son superiores a los 550 mil pesos mensuales. Para decirlo simple y llanamente, un trabajador de salario mínimo tiene que dedicar al menos 20 años de su vida para alcanzar lo que gana en un mes cualquier ministro. Ni qué decir de los órganos autónomos que disponen de los recursos públicos que aportamos todos los mexicanos, sin rendirle cuentas a nadie.

En eso tiene razón los liderazgos perredistas que solicitan una reducción de al menos la mitad a este tipo de órganos autónomos para mitigar los efectos del recorte presupuestal de 239 mil 700 millones de pesos. Después de tantos excesos de nuestros prohombres y promujeres que encabezan los órganos que les hemos construido los mexicanos para que resguarden nuestros derechos, y de los excesos de los altos funcionarios, esperare tranquilamente a ver el tropel que organizarán cuando de solidarizarse con su país se trate y decidan reducir a la mitad su salario. Claro, empezando por el señor Mancera y los principales liderazgos del PRD. ¿Será? Al tiempo.