El Estruendoso Silencio

 

Ser joven en esta época implica una gran responsabilidad. No lo digo yo; tampoco se dijo apenas hoy. Es una frase de Salvador Allende, el presidente socialista de Chile. La soltó en México el  2 de diciembre de 1972, en la Universidad de Guadalajara, nueve meses antes de enfrentar el golpe de Estado que le […]


Ser joven en esta época implica una gran responsabilidad. No lo digo yo; tampoco se dijo apenas hoy. Es una frase de Salvador Allende, el presidente socialista de Chile. La soltó en México el  2 de diciembre de 1972, en la Universidad de Guadalajara, nueve meses antes de enfrentar el golpe de Estado que le costó la vida y que abrió la puerta al genocidio en Latinoamérica.

Allende es el eco de una idea que vuelve a tomar las calles en una “Marcha del Silencio”, hoy como hace medio siglo. No son los 300 mil estudiantes de entonces, ni los mueven reivindicaciones políticas. Son apenas unos pocos miles, pero los mueve la indefensión y, cada vez más, la indignación ante la corrupción que tolera y propicia asaltos, agresiones, amenazas, secuestros, violaciones y asesinatos de estudiantes e incluso profesores, comprometiendo el desempeño académico de todos.

La comunidad universitaria está bajo el ataque de criminales impunes, algunos de ellos ocupando cargos administrativos y académicos en la propia Universidad Nacional Autónoma de México.

Por eso, los más jóvenes han sacudido el marasmo social y nos han expuesto una realidad que pocos podían ver y algunos quisieran que no se conozca.

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, dijo Salvador Allende en aquel célebre discurso en la UdeG, hace 46 años, al recordarle a la juventud latinoamericana “su obligación de ser joven”, máxime si se es estudiante universitario: tener un lenguaje de juventud. Los jóvenes del CCH Azcapotzalco cumplen con esta definición, y con ellos miles de estudiantes más de todos los planteles y campus de la UNAM y de las instituciones de educación media superior y superior del país.

Aunque no haya convencido a muchos, el rector Enrique Graue dio la cara, lo que permitió que fuera increpado por la madre de Luis Roberto Malagón de Gaona, alumno de Derecho asesinado en CU. Uno entre demasiados casos impunes, como el de Miranda Mendoza, secuestrada el 20 de agosto al salir del CCH Oriente. Fue encontrada muerta al día siguiente. Estos son los detonadores de la actual movilización estudiantil. Como ellos, otros estudiantes han sido víctimas de violencia en un espacio al que deberían acudir confiados y seguros, no temerosos y amenazados. 

Hizo bien el rector Graue al acudir al CCH Azcapotzalco a escuchar a los jóvenes estudiantes de ese plantel, legítimos interlocutores de su generación. 

Estos jóvenes no sólo interpelaronn a las autoridades de la UNAM, nos están cuestionando a todos. Ellos son el futuro inmediato que nos espera como país en no más de tres lustros. Ellos son la vanguardia de la sociedad que se nos viene. Hoy no podemos darnos el lujo de frustrarla, de arrinconarla. No olvidemos que “las revoluciones se producen en los callejones sin salida, cuando la verdad es demasiado débil para defenderse y tiene que pasar al ataque”, como bien lo explicó Bertolt Bretch justo hace medio siglo. Confiemos en que la verdad de nuestros universitarios sea muy fuerte.