El ícono de la cuarta transformación

 

Quiérase o no, la desaparición física de los normalistas de Ayotzinapa se ha convertido en un ícono de la “cuarta transformación”, y la única causa para ellos es que así conviene a los intereses del líder de ese movimiento que seguramente lo transformará en razón de Estado en los siguientes meses. El dos de octubre […]


Quiérase o no, la desaparición física de los normalistas de Ayotzinapa se ha convertido en un ícono de la “cuarta transformación”, y la única causa para ellos es que así conviene a los intereses del líder de ese movimiento que seguramente lo transformará en razón de Estado en los siguientes meses.

El dos de octubre será en lo subsecuente de mayor festejo que el 15 de septiembre o el 20 de noviembre porque marca el inicio de la resistencia civil que protagonizaron unos y que ha pasado a formar parte del movimiento encabezado por el ahora Presidente Electo.

La circunstancia que hemos vivido en los últimos años indica que los padres de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos hace más de tres años, no quieren la verdad prospere porque ya tienen su propia versión, y además se han hecho cargo de construirla aquellos que durante mucho tiempo confrontaron al régimen actual, y solamente esperan que una autoridad la firme.

Para decirlo más claro, la tragedia de Iguala se convertirá en el ícono de la resistencia encabezada por el Estado Mexicano a partir del primero de diciembre.

En meses pasados, desde que se conoció el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial, el gobierno de Enrique Peña Nieto abdicó de la responsabilidad de conducir el destino del país y de las instituciones, además de que sus propios funcionarios fueron rebasados por los integrantes de los colectivos que siempre han opuesto una resistencia carente de razonamiento a las decisiones gubernamentales de los gobiernos emanados del Parido Revolucionario Institucional.

Hasta ahora la muestra que están dando los protagonistas de la toma de decisiones por parte de los colectivos que responden a los intereses del Presidente Electo, es que esa mal llamada “cuarta Transformación” no tiene pies ni cabeza, y que a pesar de las intentonas tanto de la Cámara de Senadores como la de diputados por transitar hacia las reformas que sienten las bases de las grandes decisiones para modi car el entramado institucional del aparato burocrático del Estado, las cosas no avanzan.

Para realizar “la cuarta transformación” se requiere no solamente de recursos monetarios, que además hay que señalar que nunca serán suficientes los que provienen de las arcas públicas, sino del conocimiento de los problemas que afectan a la sociedad y que hasta ahora
han sido identificados como males endémicos porque resulta más fácil incluirlos en una lista de pendientes que enfrentar la vindicta pública por carecer de facultades, actitudes y aptitudes.

Lo que verdaderamente se necesita es la identificación plena y total de las áreas del Estado y del gobierno que necesitan ser sujetas de los cambios legales. Para ello se requiere talento político y jurídico, y de ahí que sea preferible seguir enunciando la llamada “cuarta transformación” como un mecanismo publicitario que permita mantener en lo alto el discurso de Andrés Manuel López Obrador, antes que explicar en qué consiste, como se integrará, y cuáles serán los beneficios que al final la cadena se obtengan. Al tiempo.