El oligarca AMLO maneja Morena como partido escoba, igual al PRI

 

Los nuevos afiliados de Morena representan todos los resabios del sistema


La incorporación del exfoxista Lino Korrodi –acusado de corrupción electoral– sin pasar por filtros institucionales de Morena mandó un mensaje del proyecto político de López Obrador: construir un partido cacha todo o partido escoba. La pluralidad de élites expriistas completa el panorama de una organización de parches –o partido quilt, esa colcha de parches– que ya diluyó el proyecto original del tabasqueño de luchar contra la corrupción y por los pobres.

Formados por la cultura política de privilegios del poder del PRI, los nuevos afiliados de Morena representan todos los resabios del sistema priista: cascajo de figuras contaminadas, marginados de candidaturas, élites excluidas de la estructura oligárquica de toma de decisiones, grupos de interés que perdieron sus beneficios en la modernización, ambiciosos de candidaturas negadas y los chambistas que sólo pueden vivir dentro del presupuesto.

López Obrador y Morena deben ser analizados más allá de la circunstancia: En este sentido, Morena representa el modelo de partido de todo el mundo que definió en 1966 el politólogo alemán Otto Kirchheimer, construido sólo para llegar al poder y no para representar a una clase, a un grupo o a alguna propuesta concreta.

Al cachar a todo tipo de personajes, aumenta su planta militante y por tanto los votos, pero no garantiza una propuesta coherente. Las cinco limitaciones del partido escoba revelan su capacidad para ganar elecciones pero con incapacidad para gobernar:

–No representa una ideología.

–Legitima nuevos grupos de interés.

–Dispersa la identidad política de su base y por tanto de sus objetivos.

–Depende de los líderes en función de nueva oligarquía.

–Y su propuesta de gobierno aparece parchada, gelatinosa, sin sentido e ineficaz para responder a las crisis.

Morena nació como parte de la maldición de Robert Michels en 1911: ningún partido es democrático porque la organización implica una tendencia a la oligarquía. El propio Michels la llamo “la ley de hierro de la oligarquía”: “la organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía”.

Se trata de lo que Michels caracterizó como “la ley de la necesidad histórica de la oligarquía”. El papel de López Obrador como dirigente de masas se acomoda también a las caracterizaciones de Max Weber en Economía y sociedad de 1922: el liderazgo como dominación carismática, “que descansa en la entrega extraordinaria a la santidad, el heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creada o reveladas”.

Y también a la advertencia de Carlyle y su modelo de héroes –en Pasado y presente, 1843–, a partir de que la democracia es el contrapunto de los hombres fuertes: la democracia aparece por “la desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan”. Así, López Obrador, paradójica o dialécticamente, no es un demócrata en función de su liderazgo heroico, personal y oligárquico.

Las expectativas electorales de Morena y López Obrador podrían estar creciendo, pero ya no en función de un liderazgo ideológico o una propuesta específica de proyecto de nación. La revisión de la oferta de gobierno de López Obrador es la misma de Plutarco Elías Calles al fundar el PRI: un partido de todos los deseosos de tener su cuota de poder, donde el perfil ideológico-político-social haya sido aplastado por la ambición del poder redistribuido.

Política para dummies: La política es el oficio del poder; lo demás es literatura de ficción.