El PAN (2)

 

Es un partido sin el gas suficiente para mantenerse en el poder


En su extraordinario libro Palmeras de la brisa rápida, escrito en 1988, hace 28 años, Juan Villoro escribe la siguiente frase, que resume exactamente el espíritu de aquel PAN referido en mi artículo anterior: “¿De qué rebeldía son capaces los católicos de hoy, aparte de tocar el claxon de un Topaz para apoyar al PAN?”

El libro describe maravillosamente un viaje a Mérida del autor y, efectivamente, con acciones de ese tipo ganaron la alcaldía de esa ciudad, y pocos años después la gubernatura del estado. La primera la han mantenido con algunos tropiezos, pero la segunda la perdieron enseguida y no se ve para cuándo podrán recuperarla, enfrascados en una pelea inacabable. Lo mismo ha pasado en otras partes del país.

Por lo visto, es un partido sin el gas suficiente para mantenerse en el poder, parece ser su antídoto. Quizá obedezca a la carencia de militantes imbuidos de la doctrina social del Partido, profunda y humanista. Los cargos se han entregado a muchos oportunistas, y los efectos no se hicieron esperar. Es un lugar común imaginar la reacción de los padres fundadores ante las conductas públicas de hoy, pero, sin duda, reprobarían los “moches”, la corrupción de gobernantes postulados por sus siglas, las iniciativas impresentables de algunos de sus senadores y diputados, la autopromoción de dirigentes, la cauda de parientes medrando con el presupuesto y, sobre todo, las alianzas, a veces inconfesables, con sus adversarios históricos. Es difícil hoy identificar la línea distintiva entre uno y otros.

Sin duda, mantiene gente valiosa y comprometida, aunque su padrón de militantes es uno de los misterios internos más insondables, pero no parecen bastar para retomar rumbo y pasión, para embarcarse en la brega de eternidad de sus orígenes. Hacen falta, pero adecentados.