El principio

 

A un mes de proselitismo previo, los saldos son preocupantes


Apenas transcurren los prolegómenos y ya las señales son ominosas; 2018 parece pintar como un año muy riesgoso. Las elecciones marcan esta ruta de dificultad.

La clase política no se detiene ante nada.

A un mes escaso de proselitismo previo, en esa simulación llamada precampaña, los saldos son preocupantes: actos públicos interrumpidos a sillazos, pedradas y agresiones llenas de saña a los asistentes; cuando menos una persona muerta, aunque la autoridad se ha deslindado, “pues la víctima falleció de una crisis nerviosa, no por efecto de lesiones directas”; denuncias destinadas a permanecer en el limbo por uso indebido de recursos públicos, pero por si las dudas ya hay amparos tramitados y resguardos jurídicos listos en caso de necesidad; claro uso de espacios públicos en medios diversos, encubiertos bajo el manto del “ejercicio de la libertad individual”, entre muchos otros.

Sorprenden la impunidad y la sordera.

Los hechos más graves, sostenidos a veces por indicios firmes, no merecen más allá de un comentario casual con el argumento, bueno, es un decir, de “son mentiras de mis enemigos”. Nadie responde por nada y la autoridad simplemente no actúa.

No es falta a la sindéresis afirmar el agravamiento de estos hechos una vez iniciadas formalmente las campañas, cuando ya se agreguen al elenco aspirantes a diputados, senadores y gobernadores, aun cuando varios de los mencionados en todos los establos cargan, en el mejor de los casos, con desprestigio, y en otros con antecedentes francamente constitutivos de presuntos delitos.

Mientras tanto, nos taparemos los oídos ante los miles de mensajes “dirigidos exclusivamente a los militantes del partido X”, cuando no nos sintamos aludidos, aunque se transmitan en los horarios de mayor audiencia y se paguen con nuestro dinero. Política rupestre y democracia en pañales. Nosotros las alimentamos con inmovilismo y apatía.