El último tercio

 

Derecho a contraer matrimonio con personas del mismo sexo sería el relanzamiento del gobierno de EPN


La iniciativa de ley para elevar a rango constitucional el derecho a contraer matrimonio con personas del mismo sexo podría convertirse en el principio de un relanzamiento del gobierno de Enrique Peña Nieto, justo cuando se acerca el inicio del último tercio de su administración, y cuando su popularidad está en su punto más bajo.

Formas para descalificar el proyecto sobrarán y los críticos automáticos de Peña ya se encargarán de exponerlas, pero ningún presidente mexicano había ido a donde casi por sorpresa llegó el mandatario el martes pasado. No sólo hay iniciativa de reforma constitucional para reconocer la legalidad del matrimonio homosexual, también hubo reunión, en la casa presidencial y a la vista de todos, con la comunidad lésbico-gay del país.

Viniendo de un Presidente al que desde su postulación se le tachó de conservador y después de dos sexenios de gobiernos panistas, este reconocimiento a la igualdad de las personas resultó tan refrescante como sorpresivo para quienes no creían que Peña volvería a tomar la iniciativa en temas controvertidos y trascendentales.

Por supuesto que la jerarquía católica, con la que el Presidente tiene excelente relación, manifestará malestar y tomará distancia, pero justo porque ese costo está dentro de su cálculo y está dispuesto a pagarlo, su acción resulta más valiosa.

Después de un tercio inicial casi de ensueño por la cantidad y dimensión de los cambios estructurales alcanzados, el segundo tercio del sexenio de Enrique Peña arrancó como una pesadilla donde menos previsión de riesgo había: una crisis de inseguridad, corrupción y delincuencia organizada en Iguala, Guerrero, ciudad y estado gobernados por el PRD.

Tras el inadecuado manejo del caso Ayotzinapa y el escándalo de la casa blanca, todo el avance de los dos primeros años de gobierno, materializado en reconocimiento hasta de los malquerientes de Peña, desapareció como por arte de magia. Para colmo, el escenario económico mundial se complicó y México fue uno de los grandes afectados con el derrumbe de los precios del petróleo.

En política las cosas son lo que parecen y los términos o plazos son mucho más cortos que en un litigio. Si no se convierte en una ventaja tangible y entendible para las personas, por estructural que sea una reforma de gran calado, pierde utilidad inmediata en la inevitable balanza de la coyuntura, sin importar que sea la llave para cambiar la fisonomía del país. Así ocurrió con la energética; la madre de todas las reformas que México tenía pendientes; en un mercado petrolero deprimido, los miles de millones de dólares en inversión que deberían haber llegado al país, se dirigieron a negocios coyunturalmente más rentables y aunque algún día arribarán a México, eso no ocurrirá durante el sexenio del Presidente de la Reforma Energética.

El gobierno del presidente Peña estaba preparado para “vender” y construir su narrativa de éxito sobre los beneficios de las reformas estructurales, no sobre la detención y consignación de un alcalde perredista y sus cuerpos policiacos, todo indica que vinculados al crimen organizado y responsables de la desaparición forzada de 43 estudiantes.

Hoy, el reconocimiento constitucional a la diversidad en cuanto a orientación sexual, abre el espacio para empezar a escribir una crónica diferente del sexenio peñista. Falta ver si los estrategas del presidente lo reconocen y lo aprovechan.

Twitter @EnvilaFisher

GG