Epidemia de normalidad

 

Será una campaña que no dejará ni un centímetro sin cubrir


Yo les agradezco a los candidatos presidenciales que demuestren que pueden ser capaces de vivir como cualquier mexicano de clase media baja y de lidiar con lo que significa la grandeza y las miserias de tener un coche propio en nuestro país, enfrentando problemas de tráfico que tanto nos retrasan.

Y es que, al parecer ahora hay una epidemia de normalidad que afecta a todos los candidatos.

Por un lado está el candidato del PRI, José Antonio Meade, a bordo de su auto llevando al que va a ser su coordinador de campaña como si fuera una cita amorosa.

Y después, el mismo candidato aparece en compañía de su esposa mientras ella conduce hacia Puebla, enfrentando los miedos con los que lidiamos cualquier mexicano.

Por otra parte, en el primer minuto de precampaña, el candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya, también va sentadito en un auto camino a su maratón de comparecencias, como si ahora sólo los narcos o las autoridades más retrógradas usaran aviones particulares.

El gesto de intentar ser normales se les agradece. Sólo que espero que cuando lleguen al poder quieran seguir viviendo así y entiendan que el poder no es una máquina para agradar, abusar o fomentar impunidad.

Ojalá estos dos, Anaya y Meade, se apliquen a sus propuestas, a las soluciones y a la veracidad de sus ofertas electorales con la misma afición con la que ahora se están aplicando para conquistar el título de “gente normal”.

Y en ese sentido, a López Obrador lo dejo aparte porque lleva 12 años transitando por todos los caminos de terracería del país, como si eso fuera un mérito, y llevando pueblo a pueblo, pobre a pobre y suburbio a suburbio, la transmisión de su mensaje.

En su caso, la conquista de la normalidad es al revés, no consiste en descender un escalón como le pasa a los otros dos, sino en ascender varios escalones para ofrecerle a su pueblo la normalidad de poder vivir dentro de una clase media aunque fuera baja.

Así están las cosas, y toda esta lucha por la normalidad que marca el inicio de esta apasionante campaña de 2018 deja de manifiesto que no quedará ni un solo terreno sin explorar y ni una sola bala sin ser disparada.

Puesto que no sólo habrá duelos, spots y fotografías encantadoras de esposas manejando para llevar a candidatos a un mitin, sino que será una campaña que no dejará ni un centímetro sin cubrir.

Y frente a eso me alegro, porque ya va siendo hora de que en esta era de las mentiras y de la información, haya una campaña electoral que se parezca más al pueblo al que va dirigida, que al ideal o al mundo irreal que normalmente proyectan los directores de campañas y despide chispas de los candidatos.