EPN, hasta yo me siento espiado

 

Ya en 2017, el espionaje se endosa a los tres niveles de Gobierno


A partir del reportaje del New York Times sobre el espionaje que presuntamente realiza el Gobierno Federal en México, contra periodistas, defensores de Derechos Humanos y líderes sociales, sin que haya presentado alguna prueba de su información el prestigiado e in fluyente rotativo de Estados Unidos, se desató en suelo mexicano, una serie de declaraciones y acusaciones que, también sin pruebas, apuntan al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Para nadie en los medios serios de información o comunicación es ajeno ese espionaje que el NYT avala a partir de la adquisición de un equipo llamado Pegasso, que sirve para “colgar” o intervenir teléfonos que pueden ser de cárteles de narcotraficantes, de delincuentes de cuello blanco o de sospechosos de actos de guerrilla urbana como lo fueron los cometidos por la liga Comunista 23 de Septiembre que en la década de los años 70 y 80, donde estallaron artefactos explosivos de fabricación casera en la CTM, en el periódico Excélsior, en la Cámara de Diputados, en bancos y hasta en un motel de la colonia Cuauhtémoc, donde era armado uno de estos explosivos. Después, vinieron asaltos bancarios, asesinatos de 18 policías que desayunaban en un mercado de la colonia Portales en la ahora Ciudad de México para después llegar a los secuestros de, entre otros, el general Guadalupe Zuno, padre de la esposa del presidente Luis Echeverría Álvarez, María Esther Zuno de Echeverría; de la hija del embajador de Bélgica en México, Nadinde Shaval; de Antonino Fernández, dueño de la Cervecería Cuauhtémoc y hasta Brianda Domecq, hija del empresario vitivinícola.

El primer secuestro de alto impacto fue en contra de Julio Hirshfeld Alamada, recién nombrado director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares y exdirector de PM Stelle, fábrica de relojes.

De entonces a la fecha, se acabó con la Dirección Federal de Seguridad, la Brigada Blanca que integraron la policía Judicial Militar, la Judicial Federal, la DFS, la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia y la Policía Judicial del entonces Distrito Federal.

Hubo muertos del lado guerrillero y del Gobierno. Después José López Portillo, amnistió a los guerrilleros que quedaron con vida, muchos de los cuales después han sido diputados, senadores o líderes de partidos políticos.

Ya en 2017, el espionaje se endosa a los tres niveles de Gobierno. Sin embargo, ahora la administración de Peña, a través de la Secretaría de Gobernación rechaza tener esa práctica. Sin embargo, el propio presidente, declaró hace dos días: “Hasta yo me siento espiado. Y no tardarán en publicar alguna conversación mía”.