Estado de chueco: botón de muestra

 

Uno de los problemas que enfrentamos en México es que el Estado de Derecho no pasa de ser un Estado de chueco


Defino al Estado de Derecho como el gobierno de las leyes justas, siendo justas las leyes que reconocen plenamente, definen puntualmente y garantizan jurídicamente los derechos de las personas. Uno de los problemas que enfrentamos en México es que el Estado de Derecho no pasa de ser un Estado de chueco, ya sea porque las leyes son injustas, ya sea porque no se respetan. Botón de muestra lo tenemos en el caso de los futbolistas agresores.

En el artículo 21 del Reglamento de Sanciones de la Federación Mexicana de Futbol, se lee que “son faltas que ameritan sanción y la multa correspondiente, las que a continuación se mencionan y que acontezcan antes, durante y/o después del partido: (…) h) Agredir a un Oficial dentro de la cancha o terreno de juego, pasillos y/o vestidores. 1 a 8 partidos de suspensión y 450 días de salario mínimo (…) i) Escupir a un Oficial de partido. 1 año de suspensión y 450 días de salario mínimo”.

Pablo Aguilar, jugador del América, le dio un cabezazo al árbitro (algo más grave que escupirle) y Enrique Triverio, jugador del Toluca, le dio un manotazo en el pecho al silbante (algo más grave que escupirle), agresiones que, según el Reglamento, ameritan un año de suspensión y la multa de 450 salarios mínimos.

Sin embargo, la Comisión Disciplinaria originalmente los castigó con sólo 10 partidos de suspensión para Aguilar y ocho para Triverio, castigo que apeló la Asociación Mexicana de Árbitros, apelación que ganó, por lo que la Comisión cambió el castigo por un año de suspensión y multa de 450 salarios mínimos, lo que debería haber hecho desde el principio (aceptando que cabezazos y manotazos son faltas más graves que escupitajos), y que no hizo, muestra del Estado de chueco.

Al margen de lo anterior, está la cuestión de si un año de suspensión es el castigo justo por agresiones que supongan contacto físico: escupitajo, cabezazo, manotazo, etcétera. Usted lector, ¿qué cree?