EU capturó al Chapo

 

Andrew Hogan, el hombre que más años dedicó a perseguir al Chapo, actuó en la captura de Guzmán Loera


Miles de mensajes telefónicos de Blackberry y desde computadoras habían sido interceptados, traducidos y descifrados en la oficina de Investigaciones de Seguridad Interior (HSI por sus siglas en inglés), en El Paso, Texas, y desde las oficinas de la DEA (Administración antidrogas) en Phoenix, Arizona, antes de que los marinos mexicanos, asesorados todo el tiempo por agentes estadounidenses que físicamente los acompañaban y les iban dando las ubicaciones que minuto a minuto recibían desde sus oficinas, entraran al complejo de casas propiedad de Joaquín El Chapo Guzmán en Culiacán, Sinaloa, conectadas por túneles por donde corrían aguas pluviales.

Más de media docena de esas casas ocultaban la entrada a los pasadizos subterráneos mediante tinas de baño que se podían levantar, como una puerta horizontal, a través de un mecanismo eléctrico que pocos sabían dónde activar.

Por eso, pese a la ubicación precisa de El Chapo Guzmán que la DEA y el HSI le iban proporcionando milimétricamente a los marinos mexicanos, se les logró escapar por las tinas, aunque unos días después, con los mismos métodos de geolocalización de los chips, los móviles y el PIN de cada uno de los que portaba el círculo más cercano al capo sinaloense, con todo este espionaje montado y operado por años desde Estados Unidos, se sorprendió y capturó al jefe del Cártel de Sinaloa en el hotel Miramar, de Mazatlán, el 22 de febrero de 2014.

Los agentes de EU tenían perfectamente ubicado a Cóndor, como apodaban al exmilitar Carlos Manuel Hoo Ramírez, de hecho el único hombre armado que estaba con Guzmán Loera en la madrugada en que fue sorprendido durmiendo con su joven esposa Emma Coronel Aispuro, sus dos pequeñas gemelas María Joaquina y Emmaly Guadalupe y la nana Balbina que las cuidaba.

Hoo Ramírez era técnico en comunicaciones y siempre estaba a su lado porque El Chapo prefería dictar y pocas veces tomaba él mismo el Blackberry. Cóndor además entregaba miles de dólares cada mes a las exesposas de Guzmán, Alejandrina, Griselda y a la propia Emma.

Las agencias tenían ya para entonces miles de horas de escuchas y captura de mensajes, que debían descifrar porque siempre estaban en clave y en español. Muchos meses antes habían identificado a “06” llamado Sixto y a “81”, apodado Araña, que eran dos pilotos de confianza. A “Picudo”, su principal guardaespaldas, quien acompañó al Chapo a Los Cabos, donde con la inteligencia producida en Estados Unidos el capo estuvo a punto de ser capturado; estaba allí el mismo día que se hospedó Hillary Clinton, en el hotel Barceló Los Cabos Palace Deluxe, durante una reunión de cancilleres del G-20. “Picudo” era el exmilitar de élite Manuel Alejandro Aponte, cuyo cadáver aparecería un mes después de la captura en Mazatlán.

Toda esta narración de años de peripecias y hallazgo de cajas llenas de teléfonos Blackberry y tarjetas para estar cambiando constantemente de aparatos y de números, está contenida en el libro “Cazando a El Chapo” firmado por el agente de la DEA Andrew Hogan, el hombre que más años dedicó a perseguir al Chapo, y el escritor Douglas Century. Confirma el trabajo de años, con mapas poblados de alfileres de todos colores, apodos, lugares, casas, aviones, contactos en Guatemala, Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil, que sirvieron a la localización atribuida a autoridades mexicanas. Hogan actuó en la captura de Guzmán Loera y participó en lavado de millones de dólares de Sinaloa, pactado en Panamá.