Ganar no es comprar

 

Aunque se gane una elección no significa que se puede comprar al país


Un país no es una empresa.

Aunque se gane una elección no significa que se puede comprar al país. Y el hecho de que alguien logre sentarse en el Despacho Oval no quiere decir que sea el dueño de Estados Unidos de América. Esto es lo que, sin duda alguna, tiene que ir aprendiendo Donald Trump.

Ahora con todo y todo la historia de los dos últimos siglos ha sido en inglés. Y en ese sentido, bien por Gran Bretaña y bien por EU, donde ambos se caracterizan por lo mismo: las instituciones son más fuertes que la voluntad de las personas.

Ninguna Constitución establece que para ser presidente es necesario saber leer. Ninguna Constitución establece que para ser presidente es necesario conocer la historia del país. Ninguna Constitución le hace pruebas de conocimiento acerca de la estructura legal del país que va a presidir. Sin embargo, a partir de Trump todo eso tendrá que ser modificado.

No me voy a quejar por los tiempos excepcionales que me tocó vivir, es más, confieso que durante muchos años consideré que el mundo en el que había nacido era demasiado organizado.

Pero ahora será necesario acostumbrarnos a que el país que normalmente ponía el orden, ya es el mayor creador del desorden a nivel mundial, desatando una serie de reacciones colectivas por parte de los estadounidenses.

Barack Obama, el presidente que se ha retirado del cargo con el mayor índice de aceptación en los últimos 15 años en Estados Unidos, ha tenido que salir a tan sólo diez días de haberse retirado de la Casa Blanca para decir –por medio de su vocero– que los valores estadounidenses, la historia, la herencia y el patrimonio acumulado durante tantos años están en peligro por la imprudencia o tal vez por las ganas de vulnerar la estructura legal del imperio del norte.

¿Estamos ante una guerra civil? Porque siendo así una guerra de ese tipo no sólo se libra con armas, también se libra con bolígrafos, con memes, con tuits y hasta con Instagram.

Aunque en este momento lo que estamos presenciando es una revolución contra la tradición legal estadounidense y una masacre institucional perpetrada por el titular del Ejecutivo del vecino del norte.

Pero no hay que equivocarse, porque los gobiernos y los pueblos deben tener la paciencia, la inteligencia y la mesura para observar la forma en la que EU se autorregula.

Mientras tanto, cada vez que se hace una declaración ofensiva contra la inteligencia justificada con los “hechos alternativos” del nuevo Gobierno estadounidense, no es nada más que los excesos de un hombre malcriado, sorprendido por su propio éxito, que se divierte como si fuera Calígula poniendo a temblar a todo el universo.