La cancelación de DACA y su inutilidad para la agenda migratoria

 

La decisión resulta errónea desde todos los puntos de vista


Un elemento que ha obstaculizado cualquier iniciativa en materia migratoria, impulsada en Estados Unidos (EU) durante los últimos 15 años –al menos–, ha sido que generar vías de regularización para quienes migraron de forma ilegal equivale, de alguna manera, a premiar a personas que deliberadamente violaron la legislación estadounidense. Legislar en la materia, creando alguna suerte de amnistía para los sin-papeles, en cierta forma implica incentivar la violación a la ley. En materia migratoria, ya hubo una amnistía general a finales de la década de los ochenta del siglo pasado –durante la administración de Ronald Reagan con la Ley Simpson-Rodino– con las previsibles consecuencias; es decir, la migración indocumentada continuó y se incorporó a la economía estadounidense. El Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia o DACA (por sus siglas en inglés) no incurría en este complicado dilema porque sus beneficiarios tuvieron que haber llegado a la Unión Americana antes de los 16 años llevados por sus padres; es decir, que los beneficios que hasta esta semana otorgaba DACA no constituían un premio a la violación de la ley estadounidense en virtud de que quienes estaban protegidos por el programa no necesariamente violaron la ley y si lo hicieron; ello no fue producto de su voluntad, sino de la de sus padres que decidieron llevarlos.

Por eso, la decisión de Donald Trump sobre acabar con DACA resulta errónea desde todos los puntos de vista. Desde el punto de vista técnico, significa un error porque no desincentiva la migración ilegal; desde el político, porque representa una crueldad no propia de la tradición estadounidense e ignora la esencia de diversidad y multiculturalidad de la nación americana y, desde el económico, porque soslaya el hecho de que la aportación que los dreamers hacen a la economía estadounidense tiene un valor incalculable en términos de competitividad.

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