La ciudad y la lluvia

 

La CDMX luce hermosa, pero cuando la lluvia cae con fuerza es una pesadilla


A veces, cuando me entra la nostalgia con fuerza, entro a Youtube y tecleo “La pluie”. El buscador arroja uno de mis videos favoritos. No es un video oficial, más bien alguien tuvo la amabilidad de editarlo y regalarlo al mundo poniéndolo en la plataforma. La música de fondo es justamente la canción “La Pluie” (La lluvia) interpretada por la cantante pop francesa Zaz.

Más de la mitad del video son gotas de lluvia resbalando sobre una ventana. Hacia el final, cuando la canción está por terminar, la lluvia se detiene y la gente se vuelca a disfrutar de la ciudad completamente empapada. Ya lo decía bien Gil —personaje principal de Midnight in Paris interpretado por Owen Wilson— no hay nada más romántico que París bajo la lluvia.

Varias veces he podido caminar mientras la lluvia me baña en las calles parisinas y es algo que disfruto tanto que casi siempre busco que mis viajes a la ciudad luz coincidan con la época en la que es más probable tener esas lloviznas.

Pero no todas las ciudades son igual de disfrutables cuando llueve. La Ciudad de México también luce hermosa, sin embargo, cuando la lluvia cae con fuerza, se nos convierte en una pesadilla. Hubo una tarde de miércoles que la lluvia cayó con tal fuerza que provocó una tragedia para los oficinistas que quedaron atrapados en Polanco. La avenida Reforma parecía una extensión del Lago de Chapultepec y no faltaron los memes en redes sociales que hablaban de que Uber debería introducir trajinares para trasladar a la gente a sus casas. No estaría mal echar a la cajuela del auto o a la mochila una lanchita.

Al día siguiente yo tenía que tomar un avión a las 9 de la noche. Salí de mi casa en la zona poniente de la ciudad a las 5 de la tarde. ¡Cuatro horas antes! mucho más de lo que duraría mi vuelo que era a Tuxtla Gutiérrez.

Quería evitar la tragedia que todo viajero teme: perder un vuelo por quedar atrapado en el tráfico que pudiera provocar cualquier lluvia torrencial. No pude evitarlo, por más de dos horas estuvimos avanzando a menos de 15 km/h o como diría mi madre, a vuelta de rueda. Al pasar junto al Metro Hangares, aquello parecía una escena de película de desastres naturales. Oficinistas empapados arriba de las bardas de acceso al Metro, por cuyas escaleras el agua buscaba una salida. Dentro, pasillos y andenes inundados mientras el agua bajaba como en una cascada.

No, la lluvia ya no me pareció ni romántica ni hermosa para caminar. Me pareció la pesadilla que iba a arruinar mis vacaciones. Por fortuna no fue así. Aunque tarde, llegué al aeropuerto, y mi vuelo como era de esperarse estaba retrasado. Resulta que en Tuxtla también había caído un aguacero histórico. Las mismas cuatro horas de anticipación con las que salí de casa fueron las que tuve de atraso para llegar finalmente a mi hotel en San Cristóbal de las Casas, una ciudad que, por cierto, elegí para pasar mi fin de semana de escape justamente porque me encanta caminar por sus calles bajo la lluvia, que nunca falta a nuestra cita en estas fechas.