La corrupción empantana
Los recientes escándalos que involucran a candidatos del partido Morena en casos de abuso de poder y corrupción confirman lo que la ciudadanía siempre dice: todos los políticos son corruptos. A esto hay que añadir que la hermana de la corrupción es la impunidad. Si no se pone un castigo ejemplar, todo habrá quedado en una sola denuncia mediática.
Y es que la definición elemental señala que la corrupción política es el abuso del poder que se les ha confiado, por parte de líderes políticos para obtener ganancias, con el objetivo de aumentar su poder o su riqueza. La corrupción política no precisa que el dinero cambie de mano; puede tomar la forma de “tráfico de influencias” o de la concreción de favores que envenenan la política y amenazan a la democracia.
El impacto en la reputación de los políticos es temporal. Por unos meses son señalados, criticados e incluso caricaturizados como forma de desfogue; sin embargo, en tres años se muta en nuevos colores partidistas y retoma sus intereses político-económicos.
Lo preocupante es que según la ENCIG 2015, la corrupción la coloca en segundo lugar con 50.9 por ciento de las menciones, sólo después de la inseguridad y antes que el desempleo y la pobreza. Mientras que la Gran Encuesta 2016 de Consulta Mitofsky la ubica en cuarto lugar, después de la inseguridad, la crisis y el desempleo. Según los recientes estudios de medición de la corrupción, en el caso de México, los niveles de percepción de corrupción en las instituciones consideradas como los pilares de una democracia representativa -partidos políticos y Poder Legislativo son extraordinariamente elevados y esto torna más complicada la gobernabilidad, pues resta legitimidad a las decisiones de gobierno.
Los casos dentro del partido Morena son ejemplos claros de que la clase política se autodesprestigia y ello trae consigo un castigo en las urnas. Ahí es donde se nota el juicio de la sociedad.
Twitter @drcamartinez
Sorry. No data so far.