La era Trump La ruptura interna colapsa al imperio

 

Trump no fue una anomalía en el funcionamiento del imperio


WASHINGTON, D.C.- Si se revisan con frialdad los pronunciamientos más cuestionados de Donald Trump, en realidad no se percibe una fractura en el modelo capitalista estadounidense, incluyendo algunos retrocesos previsibles. Pero resulta que la oposición a dichos del empresario ha rebasado la confrontación normal en una democracia y está llevando a una ruptura de los acuerdos fundamentales.

Las mujeres protestarán mañana sábado por los machismos de Trump, los activistas llaman fascista al presidente del imperio que prohijó fascismos en el mundo –Chile y las dictaduras latinoamericanas–, los promigrantes odian al Trump de sus ofensas, pero perdonan e idolatran al Obama que deportó con agresividad a casi tres millones de migrantes ilegales, los promotores de derechos de minorías sexuales atizan el odio contra Trump, pero soslayan que esos derechos fueron impuestos sin consensos.

Hasta ahora, las iniciativas de Trump en nada revocan conquistas feministas o sexuales y sólo usaron lenguajes agresivos contra migrantes. Al final, buena parte de las posibilidades de revertir avances liberales pasan por la Corte Suprema o por el Congreso y no pueden realizarse por caprichos de campaña. El lunes que tome posesión formal de los botones del poder en la Casa Blanca, Trump enfrentará núcleos de conflictos reales: terrorismo externo y posibilidades de ataques dentro de territorio estadounidense, pruebas nucleares de Corea del Norte, ejercicios militares de China y desacomodos en el Medio Oriente, entre muchos otros.

En este sentido, los primeros indicios señalan que Trump no fue una anomalía en el funcionamiento del imperio, sino que se perciben indicios de una ruptura de los acuerdos sociales que fundaron el consenso imperial; la contradicción es que la fuerza imperial de EU sigue viva, pero su consenso interno se ha quebrado. El neoconservadurismo fijó sólo algunos límites a las reformas liberales, pero sin frenarlas del todo; ahora Trump podría encabezar el regreso de la derecha tradicional, paradójicamente la de los valores que fundaron la nación a finales del siglo XVII.

Las protestas y convocatorias a reventar la toma de posesión han realineado acuerdos; sectores liberales institucionales ya no acompañarán las protestas. De todos modos, importantes congresistas demócratas se negaron a asistir a la toma de posesión en un acto de ruptura institucional.

La ofensiva liberal ha cohesionado al núcleo duro conservador en el Congreso y eso ayudará a la confirmación de polémicos nombramientos de Trump. La decisión de Obama de anunciar el miércoles en su última conferencia de prensa, que encabezaría un grupo de activismo contra presuntos retrocesos de Trump es otro elemento de la ruptura interna y contribuyó a romper los protocolos del poder que obligan a los expresidentes a tener posiciones institucionales en apoyo a la presidencia en turno. Bill Clinton anunció su presencia, y la de su esposa, en la toma de posesión como para confirmar estos gestos del poder. Obama se quedará a vivir en Washington para meterse de lleno en la política, aunque ya sin poder ni influencia sobre el Congreso.

Sin una cohesión interna, la fuerza imperial de EU quedará fracturada. Lo peor de esta crisis estaría en los datos de que la oposición a Trump no se basa en alguna propuesta concreta para destruir el imperio, sino sólo en la animadversión a comportamientos y declaraciones de Trump. Al final, las contradicciones internas han estado en la caída de los grandes imperios.

Política para dummies: La política, a pesar de su caos, es el reino de las certezas, aun las más contradictorias.