La mentira como bandera política

 

Las mentiras se han convertido en una industria


Dicen los que saben que hay mentiras piadosas, mentiras a medias y verdades completas.

En este México nuestro, las mentiras se han convertido en una industria que deja considerables rendimientos políticos, económicos y posicionamiento social. La mentira es la acción o efecto de mentir, y en el ejercicio de la política siempre se miente en nombre de las verdades a medias, que en la mayor parte de las veces no son otra cosa que una mentira sostenida sin razonamiento lógico.

Acusar al adversario de corrupto es un acto que debiera castigarse porque la ley establece que la difamación es un delito. Pero nuestros políticos, de todos los partidos, se la viven acusando a los de enfrente por los mismos actos que ellos cometen. Eso debiera llamarse cinismo, pero aquí lo bautizan y disfrazan como debate, intentando justificar las diatribas que en nombre la democracia se vierten con la finalidad no de confrontar las ideas, sino destruir al adversario.

La honestidad o la honradez están consideradas dentro del capítulo de las virtudes, con lo que podemos colegir que quienes orientan a las sociedades por el importante papel que desempeñan en el servicio público no son virtuosos y no están preparados para la virtud. Para decirlo de otra forma, no entienden que hay muchas cosas que no entienden, y principalmente no son capaces de concebir el daño que ocasionan a ese tejido social que tanto pregonan proteger. Pero hay algo peor, y es que ese daño en la mayor parte de las veces, lo hacen de forma consciente, y el dolo es una agravante en la legislación penal.

Luego entonces tampoco existe la ética, que en el desarrollo del fenómeno político resulta fundamental porque no es otra cosa que el estudio de lo correcto o equivocado del comportamiento humano, que además, tiene como parte central al conjunto de acciones humanas y los aspectos que se relacionan con el bien, la virtud, el deber y la felicidad como corolario a toda esta gran cadena del comportamiento social. Pero todo eso que menciono no es algo novedoso, porque se remonta a los orígenes del pensamiento.

La mentira forma así parte de lo cotidiano en la política, ejercicio carente de principios y profesionalismo, que por desgracia se mal entiende y se mal practica en este México nuestro. Nuestras desigualdades sociales se reflejan en los orígenes de cada cual, pero lo que más iguala a quienes se dicen políticos sin entender a cabalidad el significado del vocablo, es la carencia de moral. Quizá por ello es que no hemos sido capaces de alcanzar las metas y propósitos de igualdad que depositamos en la letra de nuestra Carta Magna.

El ejercicio político debiera igualarnos a todos, pero en aras de la conveniencia política es que nuestros líderes nos dividen cada día más acudiendo a esa “verdad de perogrullo” que afirma “divide y vencerás”. A eso le apuestan los profesionales del ejercicio político. Por eso estamos condenados a seguir divididos en esa entelequia a que nos ha sometido nuestra clase política.

¿Seguiremos igual? Sí, hasta en tanto no seamos capaces de discernir con nuestra capacidad de razonamiento y no con la razón de las dádivas y las promesas inalcanzables. Al tiempo.

[email protected]