La muerte de la gallina

 

Mientras eso sucede sigue siendo un secreto imposible de revelar el cuándo, el cómo y el cuánto se lleva el sindicato petrolero


Desde aprender a administrar la abundancia con José López Portillo, hasta el hecho de que se nos esté muriendo “la gallina de los huevos de oro”, se encuentran los años más apasionantes, más interesantes y más difíciles de la historia reciente de México.

Aunque como dice aquella frase “que los muertos entierren a sus muertos”, pero la verdad es que resulta difícil explicarle a nuestros jóvenes por qué razón aún hay miles de ellos que no tienen un lugar en las universidades. Por qué razón el talento nacional no tiene el estímulo necesario como para que se quede aquí.

Por qué razón ha sido necesario disminuir el presupuesto del Conacyt. Y por qué atravesamos por un momento en el que el ajuste al valor real de la gasolina –según la declaración oficial del Gobierno– produce una situación de ansiedad y de tormenta nacional.

En ese sentido, convendría recordar que la muerte de la gallina de los huevos de oro es antigua, se ha ido produciendo poco a poco y durante ese tiempo hemos construido el más bello entramado de leyes anticorrupción y hemos hecho las más hermosas declaraciones asegurando que seríamos limpios y honrados.

Soy de los que creen que algunas veces los dioses condenan a los pueblos al mandarles tanta riqueza. Y es que, maldito el día en el que Venezuela descubrió que todas las mañanas se levantaba sobre grandes reservas de petróleo, porque en ese momento dejó de trabajar y ahora todos hemos observado lo que significa morirse de hambre y ser sepultado en la misma tierra que contienen las mayores reservas de oro negro del planeta.

Sin duda, todos somos responsables del punto al que hemos llegado, pero sobre todo son responsables aquellos que desde dos partidos principales como lo son el PRI y el PAN, tenían el deber de administrar la vida de la gallina de los huevos de oro.

En medio de todo eso llega el momento en el que el país entero tiene que pagar, donde los únicos que no deberían hacerlo son los que menos tienen y los jóvenes. Y mientras eso sucede sigue siendo un secreto imposible de revelar el cuándo, el cómo y el cuánto se lleva el sindicato petrolero.

Reconozco los cambios en los precios del petróleo, reconozco que el yacimiento de Cantarell –el más importante de México– se nos está agotando y también reconozco que nunca hicimos a tiempo ninguna de las reformas que debían ser impulsadas para esa empresa. Pero reconocer de manera tan paladina que nosotros moriríamos con Cantarell, me parece peligroso.

Ahora ¿qué le vamos a explicar a nuestros hijos? ¿Que nos bebimos y nos acabamos el petróleo de Cantarell sólo para que unos cuantos fueran muy felices?