Las ambiciones del poder

 

México necesita políticos de verdad y no aspiraciones bastardas


Ya no está solo el señor Andrés Manuel López Obrador en la lucha sorda del poder por el poder. Ahora tiene un gran competidor que se llama Ricardo Anaya y trabaja al igual que el como presidente de un partido político. Ambos buscan lo mismo, aunque digan que lo pretenden para transformar a México y alejarlo de las garras de los tricolores a quienes responsabilizan de todos los males posibles, como si ellos no hubieran participado con su pasividad o con su aval en la toma de decisiones.

Así como el señor López ha intentado sitiar a las instituciones con sus movilizaciones, plantones y ahora con sus encendidos discursos que lo único que genera es odio entre los mexicanos, el señor Ricardo Anaya intentó hacer una de las suyas paralizando al Congreso, simplemente porque se le ocurrió que detrás de la rebelión de senadores de su partido estaba la mano de los tricolores. Y no le faltó razón al señor Anaya, pero reaccionó como lo que finalmente es: un simple político bisoño.

Lo que nunca entendió es que estaba frente a uno de los hombres más experimentados del país: Emilio Gamboa Patrón, quien le ganó la partida y lo hizo ver cómo un principiante. Quizás alguien debió decirle al señor Anaya que la política es el arte de las relaciones humanas, y la armonía política uno de sus más caros valores, aunque también hay que señalar que la negociación es fundamental para alcanzar esos acuerdos tan necesarios en momentos de crisis.

Esa crisis se originó a causa del empecinamiento por colocarse por encima de sus correligionarios e incluso amenazar a sus compañeros senadores que integraron la Mesa Directiva. Emilio Gamboa le cortó las orejas como se dice en el argot taurino, pero luego vino el pretexto para que no pasara el nombramiento del Fiscal General. Tampoco contó con la astucia de los tricolores que retiraron la propuesta y lograron que Jorge Carlos Ramírez Marín se alzara con la presidencia de la Mesa Directiva. Después los diputados asistentes prácticamente corrieron a Marko Cortés.

Anaya volvió a enseñar lo bisoño, y lo previsible es que comience el derrumbe de sus aspiraciones presidenciales. Quien seguramente estará festejando los yerros de su antaño pupilo es el señor Gustavo Madero, que fuera enviado al ostracismo después de que le entregará la presidencia del partido. La soberbia con que durante tanto tiempo se condujeron Ricardo Anaya y Marko Cortés los hizo perder la cordura que se requiere cuando de mantener aspiraciones se trata.

Ayer mismo señalaba yo en este espacio que la crisis que estábamos viviendo se debía a la mendicidad de quienes dicen trabajar para nosotros, y los señores Anaya y Cortés lo demostraron con creces. Ojalá hayan entendido la lección y se den un tiempo para reflexionar acerca de sus reales posibilidades de recomponer el camino antes que buscar venganza.

México necesita políticos de verdad y no aspiraciones bastardas de alcanzar el poder por el poder mismo. Al tiempo.

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